El más espantoso desastre ecológico que se abartió sobre Japón en los 140 años de registro histórico de sus terremotos y uno de los mayores del planeta, deja un saldo luctuoso de dimensiones aún no conocidas cabalmente. Sin embargo, entre tanto dolor humano ya puede notarse el esfuerzo de su gente para resurgir y las bases sobre las que se apoya.
Se subraya la preparación de los muros de contención en las costas y las construcciones antisísmicas, rascacielos incluidos, una arquitectura adecuada en la que confluye el interés de los ciudadanos y de los funcionarios. Y lo más valioso, la educación de la población que evitó consecuencias peores. Prevenir dio sus frutos y promete más.
En su primer mensaje el primer ministro recordó
- Japón es una tierra de terremotos. Estamos preparados.
Hacia 1920, luego de un terremoto devastador, se decidió tomar medidas al respecto y desde entonces se cumplen efectivas normas antisísmicas para construir edificios y puentes, y más aún: su población recibe educación desde el jardín maternal -institución basal en su cultura de trabajo-, durante toda su vida. Conocimientos, prácticas y ensayos de emergencias son su formacion, que convoca cientos de miles de personas que se reúnen en grandes zafarranchos de terremoto, organizados por sus gobiernos central y regionales. Y se enorgullecen de sus noventa años de cultura de prevención.
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