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jueves, 29 de abril de 2010

SINDROME DE HUBRIS, O HYBRIS

David Owen, neurólogo británico, quien fue ministro de Relaciones Exteriores de su país y que fundó el Partido Social Demócrata, escribió en su libro En la enfermedad y en el poder, In Sickness and in Power, las conclusiones a las que arribó después de seis años de observaciones sobre el comportamiento de los líderes políticos una vez que arriban al poder.
Luego de un tiempo en el poder, quienes gobiernan dejan de escuchar a sus allegados, se vuelven imprudentes y toman decisiones sin consultar, convencidos de que sus ideas son las correctas. Y aunque la realidad demuestre sus errores, nunca los reconocen y siguen sosteniendo su posición.
En una frase David Owen resume sus hallazgos,
- El poder intoxica, hasta afectar al juicio de los dirigentes.
Esta situación se denomina síndrome de Hubris, o de Hybris. En este último caso, se sigue la grafía del griego antiguo, atento que fue en Grecia donde se describió por primera vez al héroe que alcanzaba la gloria y borracho de éxito se comportaba como un semidiós, creyéndose capaz de cualquier hazaña. Imbuido de este sentimiento cometía error tras error. Llegaba la hora de Némesis, que lo devolvía a la realidad llevándolo de fracaso en fracaso. Némesis era la diosa de la justicia, la venganza y la fortuna. Su poder estaba más allá de las resoluciones de los dioses del Olimpo. Castigaba sobre todo la desmesura: medía la felicidad y la desdicha de los mortales, ocasionándoles crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en exceso por la Fortuna. Dejaba así en claro que los hombres no pueden ser demasiado afortunados ni deben alterar con sus actos, sean buenos o malos, el equilibrio universal.
En mi libro SER UNO Pasión En Relaciones Comprometidas, cité a Arnold Toynbee, historiador inglés, 1889-1975, cuando en un reportaje radial le pidieron un resumen de las lecciones que aprendió de la historia. Cito aquí una de ellas, apropiada para el tema
- Cuando los dioses destruirán a un hombre comienzan por darle poder.
Mi aporte aquí consiste en decir que, más allá de los políticos devenidos funcionarios, padecer el síndrome de Hubris, o de Hybris, amenaza a quienes alcanzan el éxito en sus vidas.
El rey del tabaco, cinta de 1950, se ocupa de este tema. A fines del siglo XIX, un hombre regresa a su pueblo, en la zona tabacalera más rica de Estados Unidos, dispuesto a crear su propio imperio de cigarrillos, desafiando a un magnate de esa industria. Consigue triunfar, con el apoyo de una mujer enamorada y desarrollando avances tecnológicos como la producción en serie de los cigarrillos. Pero desatada su codicia y sin haberse acallado su afán de venganza, se casa con la hija de su rival. Trastornado por el poder que va sumando, un incendio que destruye su industria lo llama a la realidad. La historia termina con él marchándose del pueblo, decidido a reencontrarse con el hombre que fue. Década del 50, el héroe de esta proeza fue interpretado por Gary Cooper.

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