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sábado, 12 de junio de 2010

TOXINAS PSIQUICAS EN LAS EMPRESAS

En la Web y en diarios de estos días se comentan los resultados de una consulta internacional desarrollada por el Centro de Estudios Financieros (CEF), por cuarto año consecutivo. Este estudio sobre la base de 1440 encuestas ha sido dirigido por Ángel Fernández Muñoz, psicólogo y profesor del Master en Dirección de Recursos Humanos del CEF. Más del 80% de ellas provienen de España, en tanto que en el 18% restante hay respuestas de otros 28 países, entre los que prevalecen los americanos hispanoparlantes, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Méjico, Perú, Venezuela, entre otros.
En esta investigación, desarrollada desde noviembre de 2009 a enero de 2010, se ofreció a los encuestados un listado de 32 toxinas psíquicas laborales que se presentan habitualmente en el ámbito de trabajo, pidiéndoles que señalaran las diez principales que encontraban en su empresa.
Las numerosas notas que ocupan de esta investigación aportan distintos datos. Repasarlos es un paseo fructífero por la Web. Anoto aquí algunas conclusiones propias, con el enfoque que me interesó desarrollar y una tabla que diseñé con estos resultados. A partir del modo cómo se concentran los porcentajes alcanzados por cada toxina psíquica señalada, marqué cuatro agrupaciones o racimos y a continuación formulo algunas hipótesis para relacionarlos, un modo habitual de trabajo en psicología estadística.

RACIMO + POSICIÓN + TOXINAS LABORALES + % sobre el TOTAL

I 01 Mala comunicación interna 62 %

II 02 Desmotivación de los empleados 51 %
II 03 Mala organización del trabajo 49 %

III 04 Incompetencia como líderes de los directivos 39 %
III 05 Deficiente distribución de tareas 39 %

IV 06 Desconfianza de los jefes hacia los empleados 35 %
IV 07 Salario igual, sin tener en cuenta el rendimiento individual 35%
IV 08 Conformismo o apoltronamiento de los empleados 35 %
IV 09 Imposibilidad de desarrollar una carrera profesional 33 %
IV 10 Rumores 32 %

La primera toxina, se luce sola, superando ampliamente a todas las demás. Señala una confianza en las comunicaciones. Sugiere que de mejorarlas, se encaminarían las soluciones a todos los problemas.
El segundo racimo relaciona pérdida o carencia de motivación con la organización del trabajo. Sugiere que organizar las tareas de acuerdo a las capacidades y condiciones de los trabajadores les daría motivación.
El tercer racimo relaciona líderes incompetentes con mala distribución del trabajo. Apunta a un problema humano general, la pérdida de esfuerzos, el hacer en vano. Sugiere que un buen líder guiará a su gente hacia el mejor fruto de sus esfuerzos.
El cuarto racimo agrupa nada menos que a la mitad de las toxinas que se exponen. Las dos primeras de este grupo sugieren que los subalternos esperan el reconocimiento por sus méritos. La tercera toxina psíquica informa sobre el abandono de expectativas por parte de los empleados, no esperan y donde están, se quedan. Juega con la cuarta toxina, la imposibilidad de desarrollarse, quedar en una posición sin progreso, condiciona el futuro desfavorablemente y lleva a cambiar de trabajo, mientras tanto se lo consigue, es cuestión de quedarse sufriendo donde se siente frustrado.
La toxina que ocupa el décimo lugar entre las más importantes, pese a tener prácticamente la mitad de peso que la primera de ellas, se le relaciona estrechamente. En cualquier empresa, las comunicaciones confusas, imprecisas, poco claras redundan en perjuicio para la marcha de los asuntos. Pero los rumores, que circulan por la organización informal de una empresa, canalizando las tensiones individuales y grupales y distorsionan el sentido de las comunicaciones, tienen su razón de ser, creciente cuando los canales formales están divorciados, en mayor o menor grado, de la realidad. Malas comunicaciones y rumores se complementan.
Dicho concisamente, la organización formal es la que responde al organigrama y la organización informal es la trama viva de las personas relacionándose entre sí. De tal modo, quienes circulan por todos lados, como los ordenanzas, lo que les da la posibilidad de acceder a escuchas no accesibles para todos, en función de “correveidiles”, pasan a tener un peso distinto al que ocupan en el organigrama de la empresa. Esto es más que un servicio de ida y vuelta, puesto que al mismo tiempo de llevar y traer entre los distintos niveles jerárquicos, vehiculizan rumores, canalizan tensiones y favorecen el equilibrio en las relaciones humanas dentro de la empresa. Por si fuera poco, deben nivelar su participación entre no perder el pellejo o conservar su credibilidad, cosa de seguir teniendo un lugar en la organización y de merecer un cierto respeto en el tiempo.

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