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VISTO Y LEIDO
Exploración de voces
Nueve cuentos para disfrutar de la prosa de la narradora Carolina Bruck, flamante autora de Las otras.
Por Malena Rey
Nueve,
la cifra que hiciera célebre Salinger al dedicarse al relato de corto
aliento, es –salvando las distancias– también la cantidad de cuentos
elegida por Carolina Bruck para su libro Las otras, recientemente
publicado por Adriana Hidalgo y ganador del Primer Premio de Narrativa
Eugenio Cambaceres de la Biblioteca Nacional, con un jurado integrado
por Luis Chitarroni, Luis Gusmán y Hernán Ronsino. Pero ¿quiénes son
“las otras” del título? Porque ninguno de los cuentos reunidos se llama
así. ¿Se referirá a las distintas voces que Bruck adopta para hacer
hablar a sus personajes, para delinear los perfiles intimistas de sus
historias?
Carolina Bruck nació en La Plata y tiene una trayectoria interesante
como docente, editora y escritora. Una tesis de magistratura dirigida
por Juan Villoro, una beca para cursar estudios de posgrado en edición
en Barcelona, cuentos publicados en varias antologías (uno en ¡Basta!
Cien mujeres contra la violencia de género, que está en prensa) y otro
premio nacional en 2008 por su primer libro de relatos, Fast food. En
estos nuevos cuentos se alinean con el correr de las páginas sus
variados intereses, siempre procesados por su trabajo con el tono de sus
personajes: la historia de la Argentina, la formación sentimental de
las mujeres, la mirada de los otros, la cotidianidad inquietante, la
amistad, el amor. Y estos temas dejan entrever también el mapa de
afinidades electivas que apuntala el trabajo de cada escritor. Plagado
de referencias, tanto en los epígrafes como en las dedicatorias, o
incluso entremetidos en las tramas, el desfile de nombres en Las otras
es variopinto, y cada uno habrá tenido algo que ver con la formación del
universo narrativo y sensible de Bruck: Clarice Lispector, Esteban
Echeverría, Rodolfo Walsh, Juan Carlos Onetti, Macedonio Fernández, Olga
Orozco y hasta Los Beatles y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota,
entran y salen, aportan algo. Una mención especial merecen Gloria
Pampillo –a quien está dedicado el libro en su totalidad– y Gabriel
Báñez, escritores entrañables y ya fallecidos con los que Bruck se
formó. De hecho, el último cuento, “Lo que fumaba Simón”, dedicado a la
memoria del suicidado Báñez, es uno de los más elocuentes a la hora de
delinear la forma en que los recuerdos se convierten en ficción, y las
experiencias fuertes en maneras de conjurar una comunidad en relación
con la literatura.En el interior de estos cuentos viven seres más o menos perturbados, trágicos o superficiales, puestos a funcionar en situaciones cotidianas, a los que Bruck examina de forma minuciosa, como si los diseccionara. En su mayoría, los relatos están protagonizados por mujeres que se valen de la primera persona para sugerir los matices de una psicología compleja, como sucede, por ejemplo, en el desgarrador “Submarinos amarillos”, que tiene como trasfondo la Guerra de Malvinas y narra los vaivenes traumáticos de una niña que visita a su madre loca, e intenta en vano comunicarse con ella; o en “China”, un relato en el que la ingenuidad oportunista y el maltrato doméstico hacen mella en una dama de alcurnia en un pueblo de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Perón. Pero también la mujer es vista a través de los hombres, como en “El cerebro del ratón”, en el que un creativo publicitario inexperto debe diseñar una campaña de ropa informal para mujeres y crea algunos perfiles que de tan estereotipados terminan mal. Estas criaturas extrañadas dan nota de la versatilidad estilística de Carolina Bruck, que cruza personajes de un cuento a otro, y repite situaciones generando complicidad. Esas redes entre personajes, como hijos de tejidos que forman sutiles tramas, arman series que a su vez implican vínculos con la tradición cuentística universal, que pasa por un buen momento de florecimiento –para muestra basta recordar que el último Premio Nobel fue para Alice Munro, maestra del relato corto y condensado–.
Las otras (Adriana Hidalgo Editora), 144 páginas.
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