El médico, el accidentado presuroso y el
mal de Alzheimer
Un
anciano concurrió a la guardia de un hospital para que le atiendan una herida
producida en un accidente doméstico. Avisó al médico que lo curaba de su apuro
por cumplir un compromiso. Despertada su curiosidad por la prisa de alguien
añoso con tal requerimiento inesperado, inquirió el motivo de la urgencia. El
paciente explicó que iba al asilo de ancianos, a merendar con su esposa.
Continuando con su disposición afable, el profesional se interesó por la causa de
la internación.
El
viejo dio razón,
-
es que ella tiene Alzheimer.
Conocedor
de los síntomas, educadamente preguntó el médico,
-
¿ella se preocupa si Ud. llega tarde?
-
No, ya no sabe quien soy ni tiene recuerdos de nosotros.
-
Y si no tiene memoria, ¿por qué se preocupa Ud. en cumplir las visitas y llegar
en horario?
-
Es que yo sé quien es ella.
Georges
Canguilhem estaría contento.
*
* * * *
Georges
Canguilhem, filósofo francés, 1904-1995, estudiando normalidad y patología,
planteó como ineludibles las referencias al placer y el dolor en el establecimiento
de tales categorías. Incluyó todas las acciones humanas en este estudio, con lo
que inscribió la dimensión completa del discurso médico y del discurso del
paciente.
De
CONSTRUCCIÓN
DEL AMOR Acerca de relaciones duraderas
Cuando
escribí esas líneas, recurrí al ejemplo popularizado como gracejo para centrar
la cuestión de las posiciones profesionales frente al drama de la desmemoria. En
lo personal, tuve presente la disposición respetuosa y comprometida del tío,
que durante sus últimos años, visitaba a diario a su esposa. Ella no lo
reconocía, había dejado de hablar y postrada, era asistida en sus necesidades. Y
el tío la acompañaba con su presencia y sus palabras, porque si se recuperara ¿cómo
iba a despertarse y estar sola? Lo extrañaría a él, que estuvo toda la vida a
su lado.
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