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martes, 30 de marzo de 2010

Crece el número de parejas que deciden no tener hijos

Es creciente este fenómeno sociológico que evoluciona al compás de los cambios culturales. Parejas de edades entre 25 y 39 años optan cada vez más frecuentemente por no tener hijos priorizando su desarrollo profesional sin obstáculos familiares, su mayor independencia económica sin gastos de crianza de hijos y disponer de más tiempo libre para su ocio. Tienen su nombre propio, tomado del idioma inglés, DINK, acrónimo de Double Income, No Kids, Ingreso Doble, Sin Hijos. Sin el empacho de culpas, hacen caso omiso de las presiones sociales y limitan su hogar a dos personas, quienes componen la pareja.

Las explicaciones sociológicas apuntan al mayor número de mujeres con mayores niveles educativos con lo que se acrecientan sus expectativas de una mejor posición social y mejores posiciones laborales.

La Encuesta Anual de Hogares, publicación de 2009 de la Dirección General de Estadísticas y Censos, señala que la categoría Pareja Joven Sin Hijos, definida como parejas en que no se ha tenido hijos y la mujer tiene menos de 40 años, en la ciudad de Buenos Aires, en 2007, estas parejas representaban el 11,3% de los hogares nucleares completos (cerca de 65.000 hogares) al mismo tiempo que tienen un alto ingreso per cápita familiar respecto al total de la ciudad y en un abrumador 83% están ubicados entre los hogares de ingresos más elevados.

En el conurbano, el Gran Buenos y otras ciudades, esta tendencia aun no se ha notado y el mayor número de nacimientos se corresponde con madres jóvenes y solas, generalmente acogidas por sus familias de origen, padres o hermanos.

Un dato importante a tener en cuenta y que no he encontrado se mencione es que desde el último cuarto del siglo XX viene creciendo el número de mujeres que acceden a la maternidad alrededor de sus 40 años, madres primíparas es el nombre médico con que aparecen en algunas noticias. Por diversas razones, y sobre todo por diversos procesos personales a los que esperan completar antes de dar lugar a un hijo en sus vidas, postergan la decisión de maternidad, a la que acceden en pareja o solas. No es solamente la presión social de formar una familia o de tener hijos la que perdió fuerza, también ha amenguado el temor de no tener hijos sanos por razones de mayor edad. En las mujeres, desde la década del 80, la edad de contraer matrimonio se ha ido corriendo a razón de un par de años por década. Así, en los 80, la edad media de las mujeres que contraían matrimonio era de 26 años, en los 90, de 28 años, en el comienzo del siglo XXI se ubicaba en los 30 años.

Los logros personales han desplazado el objetivo de la maternidad, se comprueba al analizar el grupo de mujeres de 30 a 39 años con estudios universitarios completos que tuvieron hijos. Su número se redujo del 65% en 1980 al 48% en 2006. Redondeando, hubo una importante caída, pasándose, en un cuarto de siglo, de 2 de cada 3 mujeres que accedían a la maternidad, a 1 de cada 2.

A su vez, la proporción de mujeres de 30 a 39 años con estudios universitarios completos en el total de mujeres de ese grupo de edad fue el 14% en 1980 y trepó al 26% en 2006. En números redondos, creció de 1 de cada 7 mujeres a 1 de cada 4, en el mismo lapso.


En mi libro CONSTRUCCION DEL AMOR Acerca de relaciones duraderas, en el Capítulo La Empresa Común, hablo de las parejas dink. En procura de instalarse en el confort, la calidad de vida y el ahorro, relegan el lugar de un hijo.

DINK significa también nerd, de varias acepciones convergentes: pusilánime, bobo, insípido, joven o que, por su inmadurez, parece serlo, persona sin importancia.

Diversas investigaciones científicas sobre el tema del amor tomaron como punto de partida el amor conceptuado como el más universal de los amores, el amor más profundo, fuerte, desinteresado, resistente y noble, presente en seres humanos y animales. El amor de una madre a su hijo. Richard Davison de la Universidad de Wisconsin-Madison, escaneó el cerebro de monjes budistas durante su actividad de meditación compasiva. Encontró que se registraba un alto nivel de actividad bioeléctrica en la región prefrontal derecha de sus cerebros. En esa misma zona cerebral se encuentra actividad extra en madres mirando fotografías de sus bebés.

El amor que surge en el enamoramiento, al prolongarse en compañeros de largo tiempo y el amor solidario y fraternal demostrado en la compasión, comparten una raíz común con el amor maternal. Resta saber en qué punto estos amores separan sus caminos. Según parece, cada vez más gente necesita construirse apropiadamente para vivir sentimientos fraternos antes de asumir la formación de su familia, con todas las vicisitudes que implica tal insuficiencia, que se les pase la ocasión, que se estresen sobremanera, que opinen haberlo logrado y aun así no se les dé el resultado ansiado. Hasta que se sientan en condiciones, con recursos adecuados y lanzados a su empresa, afirmen su familia. Entonces el tiempo que se ha dedicado a este lapso DINK, dio frutos tal vez no esperados en la propuesta inicial.

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