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sábado, 24 de enero de 2015

VI/VIII Memorias de Gesell, la Villa



A mediados de los 60, conocí otra Villa. Aun siendo menores de edad, podíamos viajar en micros de larga distancia, alojarnos y conseguir trabajo.

Se usaba caminar descalzo, pero el calzado más usual en la Villa eran las alpargatas negras, sin cordón. También usábamos los mocasines sin suela que hacían los artesanos de Gesell. Un par de ellos fue uno de mis primeros regalos a Cristina. Dos quilmeños con mocasines de la Villa. Años después encontré -también vivía en Quilmes-, a Juan Carlos, uno de los artesanos que hacían ese calzado entre otras prendas.

Pipach era para parejas grandes, Cariño Botao para los más jóvenes, pero si habían alcanzado la mayoría de edad, y Mouche Verte, un club de jazz, tocaba Greco;  nosotros íbamos al café de la galería a escuchar a Willie y su guitarra, y entonábamos con él sus canciones.

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La Pastelería Holandesa tenía mesas y asientos de tablones rústicos en el parque y concurríamos un número pequeño de FyL. Café y conversar, como en el Politeama o La Paz, de Buenos Aires. A través del tiempo, me quedó la afición por sus cookies, cuando paso o cuando sé de alguien que va a Gesell, trato de no perderlos.
Los estudiantes de Filosofía y Letras de la UNBA –aun no habíamos perdido la N- teníamos una presencia importante y anochecíamos en la playa discurriendo filosofía, sociología, y algo de psicología e historia.

Cada quien aporta sus recuerdos para una memoria colectiva y esto es lo mío, traigo lo que no he encontrado en otras reseñas.

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