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y reseña de la nota publicada en La Nación
Cambios en el Vaticano / La mirada del líder de la Casa Blanca
Barack Obama: "El Papa logra que la gente se ponga a pensar y a rever hábitos"
Un
día antes de reunirse con Francisco, el presidente norteamericano
elogió alPontífice y dijo que el mundo "debe escuchar su voz
En una intensa semana de encuentros y escalas internacionales, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respondió anteayer, en Bruselas, a las preguntas del Corriere della Sera, pocas horas antes de su encuentro con el papa Francisco.
-El Papa pide un compromiso global contra la pobreza y señala que el desafío crucial de nuestra era es la batalla para reducir las desigualdades extremas en la sociedad. ¿Qué tipo de esfuerzo en común es posible entre usted y el Papa?
-El Pontífice es una inspiración para la gente en todo el mundo por su compromiso con la justicia social y su mensaje de amor y compasión, especialmente hacia las personas que son más pobres y vulnerables. Él no se limita a predicar el Evangelio: lo vive. A todos nos conmueven su humildad y sus actos de misericordia. Su testimonio, el simple hecho de ir siempre en busca del contacto con los últimos, con lo que viven en condiciones más difíciles, tiene también el valor de un reclamo: nos recuerda que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad individual de llevar una vida recta y virtuosa. Nosotros sabemos que, debido a su elevada autoridad moral, cuando el Papa habla, sus palabras tienen un peso enorme. Éste es el motivo por el cual me referí a él en mi discurso sobre los desequilibrios en la distribución del ingreso. Durante las últimas décadas, Estados Unidos vivió un fuerte crecimiento de la brecha entre lo que ganan los más ricos y los ingresos de la familia de clase media. También se volvió más difícil para los buenos trabajadores ascender en escala de bienestar y garantizar una mejor calidad de vida para ellos y sus familias. Y, por cierto, éste no es un problema exclusivamente norteamericano: es un tema que aparece en muchos países del mundo. No se trata de un problema solamente económico. En el fondo, es un problema ético. Yo creo que con su interpelación constante, el Papa nos abre los ojos al peligro de acostumbrarnos a las desigualdades, de habituarnos a ese tipo de inequidades extremas hasta el punto de aceptarlas como algo normal. Es un error que no debemos cometer. Creo que éste será uno de los principales motivos de nuestra conversación. En lo que a mí respecta, intentaré explicarle al Papa las medidas que estamos implementando en Estados Unidos para generar empleo, aumentar los salarios y los ingresos generales, en definitiva, para ayudar a las familias a salir adelante. En todo el mundo, la globalización y el desarrollo económico contribuyeron, en pocas décadas, a sacar de la pobreza a cientos de millones de personas. Pero el Papa tiene razón cuando dice que estos progresos no alcanzaron a un número suficiente de seres humanos y que hay demasiada gente rezagada. Es por eso que prometí que Estados Unidos trabajará con sus aliados del mundo con el objetivo de erradicar la pobreza extrema dentro de los próximos 20 años, y estoy ansioso por escuchar el pensamiento del Papa acerca de cómo podemos tener éxito en este desafío.
-Si bien es verdad que Estados Unidos y la Iglesia comparten muchas de las batallas para promover los derechos humanos, también es cierto que tuvieron profundos desacuerdos. Considerando todo eso, ¿cómo puede el Papa inspirar un cambio en el tipo de liderazgo global que ejerce Estados Unidos?
-Una de las cualidades que admiro del Papa es la valentía de hablar sin pelos en la lengua sobre los desafíos económicos y sociales más grandes que debemos enfrentar en nuestro tiempo. Esto no significa que estemos de acuerdo en todos los temas, pero estoy convencido de que la suya es una voz que el mundo debe escuchar. Él nos desafía. Él nos implora que nos acordemos de la gente, sobre todo de los pobres, cuyas vidas se ven condicionadas por las decisiones que nosotros tomamos. Él nos invita a detenernos a reflexionar sobre la dignidad innata de cada ser humano. Y como ya hemos tenido sobradas pruebas de su parte, sus palabras cuentan. Con una sola frase él logra focalizar la atención del planeta en algún tema urgente. El Papa logra que la gente del mundo se detenga a pensar. Y tal vez incluso a rever viejos hábitos, para comenzar a tratarse mutuamente con más sentido de compasión y dignidad. Como presidente, una de las cosas que busqué hacer es tratar de reorientar el liderazgo norteamericano. Terminamos la guerra en Irak y hacia fines de este año concluiremos la de Afganistán. A medida que nos alejamos de ese trasfondo dominado por conflictos militares, puse un renovado énfasis en la diplomacia. Creo que se advierte en una amplia gama de iniciativas, incluida nuestra negociación sobre el programa nuclear de Irán y el esfuerzo por crear las condiciones para una paz duradera en Tierra Santa entre israelíes y palestinos. Ningún país es perfecto, pero la determinación norteamericana y el sacrificio de nuestros hombres y mujeres de uniforme ayudaron a liberar a naciones de la tiranía, a defender a Europa durante la Guerra Fría y a defender en todas partes del mundo los derechos humanos universalmente reconocidos por la gente. De hecho, sostener estos valores universales y promover la prosperidad económica son elementos centrales de mi política exterior. Trabajamos para incrementar los intercambios comerciales y las inversiones que crean oportunidades y puestos de trabajo que sacan a mucha gente de sus condiciones de pobreza. Nuestros esfuerzos respecto de la agricultura y la seguridad alimentaria apuntan a lograr, en el lapso de un decenio, el objetivo de llevar por encima del umbral de pobreza a 50 millones de africanos subsaharianos. Y no hay otro país que haga más que Estados Unidos por reafirmar el valor universal de los derechos humanos, y en muchas partes del mundo. La campaña aérea de la OTAN en Libia, por dar un ejemplo, fue pensada para evitar la masacre de un número inmenso de civiles. El nuestro es un compromiso infatigable para que aumente el número de seres humanos a los que se les reconozcan sus derechos fundamentales, entre ellos, la libertad religiosa.
-Las primaveras árabes terminaron mal. En un mundo cada vez más multilateral, ¿deberían los países hacerse más responsables de lo que ocurre en Libia, Siria y Medio Oriente?
-Los extraordinarios cambios y las situaciones de agitación en el mundo árabe tienen sus raíces en el deseo de la gente común de vivir con dignidad y prosperidad, decidiendo su futuro. Supe desde el principio que ese camino no sería en línea recta. La guerra civil siria y la muerte de tantos inocentes es una enorme tragedia. Estados Unidos se ha empeñado con enorme energía en esfuerzos diplomáticos para intentar poner fin a los combates, promoviendo una transición en la que sean respetados los derechos del pueblo sirio.
Traducción de Jaime Arrambide.
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