María Virginia Meloni, Mavi, falleció de cáncer, hace unos
años. Participó con todos nosotros, del grupo de Alejandra Chiappano, al que fuimos
con Jorge Esteves, en Misiones 2001.
A partir de ese momento, encaramos distintas actividades grupales, alguna de
ellas en Ingeniero Maschwitz, Buenos Aires, en la casa de Mavi.
La recuerdo con mucho afecto. En la web había encontrado
esta carta suya, clara, valiente y afectiva, como ella y la conservaba para
postearla en el Día de la Mujer, todo un homenaje, dedicado a Mavi y a las
mujeres.
En esta ocasión, repasando para publicar, encontré una sola
entrada -no varias como hace un tiempo-, a la cual remito al pie.
Me llamo María Virginia Meloni, tengo tres
hijos. Soy médica y en 1996 me diagnosticaron un cáncer de mama estadio II.
Hice el tratamiento médico indicado, psicoterapia y algunos cambios, y
evolucioné bien durante cinco años.
En el 2001, en el control me encuentran un
cáncer en la otra mama; y poco tiempo después de haber terminado con el
tratamiento, comencé con un dolor en la columna y en la pelvis que resultaron
ser metástasis. Parecía que la enfermedad se hubiera incendiado.
Para mí, siendo médica -de fuerte formación
académica, soy cirujana, fui jefe de residentes, hice distintos masters y
cursos científicos en la especialidad- esto significaba que en un par de años
iba a estar muerta.
Fue una situación de mucho dolor y
desesperación, fundamentalmente pensando en mis hijos porque, a decir verdad,
la vida para mí hacía rato que se había convertido en algo poco estimulante,
sin mucho más sentido que el que le daba a la responsabilidad de criar a mis
hijos.
En medio de toda esta tormenta pude empezar
quimioterapia -por tercera vez-, radioterapia, etcétera. Me acerqué a la
Fundación por unos Seminarios, los del doctor Simonton. Me inscribí, pero como
faltaba cerca de un mes para que se realizara, me hablaron entonces del trabajo
de Stella Maruso como bioenergetista. A pesar de que me explicaron algunas
cosas acerca de esto, a mí me resultaban en absoluto desconocidas y fuera de mi
marco de referencia intelectual.
De todos modos y gracias a Dios
(literalmente), acepté ponerme en manos de Stella para uno de estos trabajos.
Así fue como conocí a Stella y estuve con ella por primera vez, en un contexto
muy ajeno a mi. Me sentí totalmente sostenida, protegida, y amada; y por otro
lado, me despertó un amor que hacía mucho no había sentido por otro ser humano.
Pero lo más espectacular fue el cambio inmediato. Pasar de ser una persona
agobiada, resignada a una condena a muerte y sufrimiento a alguien lleno de
esperanzas y alegría.
A partir de ahí hubo muchas
transformaciones. Nadie al verme puede creer mi diagnóstico. Por otro lado, en
el P.A.R.A. aprendí muchísimos recursos -y sus explicaciones científicas- para
mejorar mi estilo de vida y convertirlo en un estilo que genera salud y no
enfermedad. También cambiaron a partir de esto mis vínculos más cercanos. Por
ejemplo, mi ex marido se convirtió en este proceso, en un compañero para la
sanación.
Pero la mayor transformación fue la
espiritual.
Así llegué a mi estado actual; las
metástasis se estabilizaron a pesar de haber suspendido la quimioterapia, ya
que no estaba siendo efectiva. No sé si me voy a curar totalmente, sí sé que me
estoy sanando, que llevo una vida plena y feliz como nunca antes había vivido,
sin que las circunstancias externas hubieran cambiado demasiado. Hoy siento que
la vida vale la pena, que estoy más viva que cuando tenía veinte años y estaba
"sana". Físicamente, me siento absolutamente sana, sin molestias y
con una gran vitalidad. Y con respecto a la muerte, sé que nadie puede decir
cuándo y por qué va a ser; pero sí tengo la certeza de que cuando llegue me
encontrará confiada y en paz.
Puede encontrarse esta carta y
otras en
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