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lunes, 11 de mayo de 2015

Concluye la Feria del Libro 2015

Termina la Feria 2015, donde los lectores jóvenes mostraron su potencia

Hubo más de un millón de personas, como el año pasado. Hubo público toda la semana y largas colas en las firmas de libros. Mirá la Fotogalería en HD

 
 
Periodismo de anticipación: hoy a las diez de la noche habrá un aplauso largo en La Rural. Querrá decir que la Feria del Libro terminó, que las tres semanas más movidas de la industria editorial argentina llegan a su fin, que hasta el año que viene. ¿Qué pasó en esta edición, la 41ª?
En principio, la Feria ratificó su carácter masivo: según la Fundación El Libro, la visitaron 1.250.000 personas. No es sólo un dato estadístico: hay algo de querer amontonarse, de aguantarse ocho cuadras de fila, de correr a la sala o el stand en el que –no sabemos qué pasa- hay muchedumbre. Esto no es una librería grande: esto es una feria. Hay estatuas vivientes, niños perdidos, anuncios por altoparlantes, música a los gritos que interrumpe actos culturales. Una feria.
Tal vez el dato más importante de esta edición sea la confirmación del peso que los lectores juveniles tienen en el mundo editorial. Las filas para que firmaran ejemplares Cielo Latini, autora de Abzurdah, y Anna Todd, que publicó la saga After, duraron varias horas. La saga estuvo entre los cinco títulos más vendidos en el stand de Planeta y de Cúspide. Alejandro Costa, gerente comercial de la librería, contó que lo más vendido allí fue Wigetta, un libro juvenil inspirado en un videojuego y en dos youtubers españoles. “En 2014 el libro más vendido por lejos fue Bajo la misma estrella, de John Green. Repensamos el stand para que hubiera un espacio amplio para libros juveniles”, explicó Costa. Green fue, en esta edición de la feria, el autor más vendido en el stand de Penguin Random House, donde también se destacó la saga Juego de tronos, de George R.R. Martin, y Tiempo de dragones, libro que reunió a Liliana Bodoc con Ciruelo. En el stand de Paidós picó en punta Destroza este diario, un libro de Keri Smith que propone a los lectores –generalmente adolescentes- que intervengan pegando cosas, recortando o hasta manchando con café alguna página. “Los que tuvieron algo para ofrecer a los lectores más jóvenes pudieron acomodar sus números en esta feria”, dijo Sebastián Lidjover, encargado del stand de Riverside Agency: allí por primera vez se vendieron los libros del sello RBA y la saga Divergente, de Verónica Roth, se ubicó en el segundo lugar en el ranking del stand.
La hiperconcentración editorial hizo que, al compás de las compras de sellos, este año ya el stand de Tusquets apareciera como una góndola más de Planeta; lo mismo para Alfaguara, por primera vez subsumida en Penguin.
Aunque la tendencia es creciente, no sólo de autores juveniles se nutre esta feria: Haruki Murakami, Claudia Piñeiro, Arturo Pérez-Reverte, Facundo Manes, Felipe Pigna, Gabriel Rolón y Florencia Bonelli –todos habitués de los rankings de las librerías, la feria exacerba esas tendencias- fueron los más vendidos en los stands de sus editoriales. En el stand de Los siete logos, colectivo de sellos independiente, se destacaron Selva Almada y Hebe Uhart. Eduardo Galeano, fallecido el pasado 13 de abril, disparó las ventas en el stand de Siglo XXI: Mujeres, su libro inédito “arrastró la venta de toda su obra”, según precisó Carlos Díaz, director del sello.
Mexico no defraudó como ciudad invitada de honor: pasaron por la Rural autores como Margo Glantz, Guadalupe Nettel, Néstor García Canclini y Paco Ignacio Taibo II, entre muchos otros.
¿Qué dijeron los expositores de esta edición, la primera dirigida por Oche Califa luego del carácter internacional de la gestión de Gabriela Adamo? Que hubo poca publicidad, sobre todo la primera semana de la feria. Que se difundieron poco y con errores las actividades, a pesar de su gran calidad, y que beneficios como la entrada gratuita los lunes con la tarjeta SUBE estuvieron mal comunicados. Que hubo cambios de último momento en las salas. Y que las internas de la Fundación –que provocaron renuncias y cambios de conducción durante 2014 y que quedó dominada por sectores afines al gobierno- fueron palpables: “Ojalá que la Fundación El Libro pueda revisar su rumbo actual, un tanto sectario y virulento, para que nuestra Feria nunca deje de ser la feria de todas las editoriales y de todo el sector”, señaló Carlos Díaz. Varios celebraron que fue una feria en la que hubo muchos visitantes durante los días de semana, algo que no ocurre siempre. Que el streaming de varias actividades y la posibilidad de acceder a WiFi gratis en algunos sectores sedujeron a los usuarios de las redes sociales. Que el paso de los años hace que el evento sea cada vez más descontracturado e informal, características siempre positivas de un buen paseo.
Nadie quiere salir perdiendo –nadie dirá nunca si salió perdiendo- en esta gran apuesta comercial que es la Feria del Libro. Nadie puede perderse a 1.250.000 personas paseando delante de su catálogo, aunque eso le cueste plata. Lo saben los editores y lo sabe la Fundación. Los lectores vienen a caminar por los pasillos, tal vez a comprar el mismo libro que venden en su barrio, al mismo precio, pero no se quieren perder ni las charlas ni las estatuas vivientes ni el contacto con otros. Los más jóvenes no se quieren perder una selfie con su autor preferido, ni el último tomo de la historia que los tiene dialogando en Facebook con gente a la que nunca vieron en persona. Los lectores vienen de paseo, y está bien.

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