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Milagro: un bebé nació muerto y revivió con el calor de su madre
Jamie tenía apenas siete meses de gestación y no sobrevivió al parto. Sin embargo, la mamá les pidió a los médicos que se lo dieran. Ella lo desnudó y lo puso en su pecho durante un tiempo y, sorprendentemente, el bebé se empezó a mover y abrió sus ojitos
Todo iba genial, excepto la noticia de que debían nacer prematuros, con apenas siete meses de gestación. Kate enfrentó la situación y tras dar a luz, le notificaron que Jamie, el varoncito, no había logrado sobrevivir. Sumergida en un profundo dolor y tristeza, pidió que se lo dieran. Le quitó la ropita y lo acostó en su pecho para darle calor. Sorprendentemente, después de un rato, el bebé comenzó a respirar y a mover sus manitos.
David no podia creer lo que estaba sucediendo porque el bebé estaba sin vida. En un momento él le dio el dedo y Jamie lo sujetó con su diminuta manito. El estaba peleando y la vida no quiso que dejara a su hermana Emily sola. Los padres lloraban de la emoción e, inmediatamente, llamaron a los médicos y enfermeras que no caían del asombro. Había ocurrido un verdadero milagro.
"Nos los dejamos de tocar desde el momento que llegaron a casa, porque sabíamos lo valioso que era el contacto de piel a piel: fue lo que salvó su vida", cuenta Kate en el video. "Tras la noticia, David colapsó a mi lado. Tomé el bebé del doctor, lo desenvolví, le ordené a David que se sacara toda la ropa y que se subiera a la cama conmigo porque quería todo el calor corporal sobre él. Estaba frío y quería que estuviera tibio y vivo. Pusimos su piel contra mi piel y luego simplemente lo sostuve. Puse su cabeza sobre mi corazón para que escuchara mis latidos. Lloramos y lloramos. Le dijimos que tenía una hermana y que se llamaba Emily. Que ella estaba bien y que él tenía que cuidarla. Le dijimos que teníamos grandes planes para él y le hablamos de toda su familia. Y él se empezó a mover", relata con lágrimas de emoción.
"Nunca lo soltamos y lo seguimos abrazando. Y luego abrió sus ojos. Y tomó el dedo de David. Puso su cabecita en mi pecho y miró a su padre", contó Kate. Hoy, Jamie y Emily tienen cinco años.
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