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sábado, 24 de agosto de 2013

Carla Bruni: ...el poder, de cerca, no es formidable


TALENTOS Y RECURSOS HUMANOS

En su sección Conversaciones, El MERCURIO ha publicado esta nota a Carla Bruni.Su música, la búsqueda de sabiduría, el psicoanálisis, vivir con libertad y respeto. Para no perder.

Carla Bruni: "A los seres humanos les interesa el poder, pero cuando uno lo ve de cerca, no es formidable"

Por   | El Mercurio

PARÍS.- Una pantufla, simplemente. Carla Bruni -la ex supermodelo de los 90, la ex primera dama de Francia, la cantante que ha vendido millones de copias de sus álbumes a través del mundo- no necesitó nada más para inspirarse la primera vez. "No era una canción violentamente romántica. La escribí cuando era muy pequeña; no tenía música. -Por teléfono, su voz suena cercana. Suave y ronca a la vez. Alegre, liviana, sin perder en elegancia y sobriedad. Una voz llena de paradojas, contrasentidos, matices. Una voz que refleja a su dueña-. Ahora que lo pienso, sí era bastante romántica, porque era una pantufla que había perdido la otra pantufla y se sentía sola. Voilà!"
Es pleno verano en Europa, pero mientras la mayoría de los franceses están de vacaciones, Carla Bruni sigue ocupada en la promoción de su último disco, Little French Songs, que marca su regreso a las pistas desde el final del mandato de su marido, el ex presidente de la república Nicolas Sarkozy, a quien acompañó en el Palacio del Elíseo durante cuatro años y medio. Un regreso a "su trabajo", ha dicho ella, a un quehacer que eligió dejar entre paréntesis mientras su marido fue jefe de Estado. Little French Songs, que salió en Francia en abril, es un disco que Bruni quiso que fuera gracioso, entretenido, como la canción que inspiró su título y que ella entona mitad en francés, mitad en un inglés marcado por un acento galo exagerado. "Es franglish, un idioma aún poco conocido, pero que todos pueden usar -dice divertida la cantante-. Es un guiño, no es serio en el sentido de que para mí las canciones no son tampoco algo terriblemente serio. La malicia y el humor están permitidos. Y encontré divertido escribir en inglés una canción para homenajear a los maestros de la canción francesa que escuché durante mi infancia. Es para reírse, en realidad."

La ex primera dama lo ha dicho en varias oportunidades: alejarse del Elíseo para ella fue un "alivio". Según Le Monde, hasta les habría comentado a sus allegados que les permitía (como pareja) dejar una "vida infernal". No toca temas políticos en sus entrevistas. En abril pasado, puso abruptamente fin a una conversación con un canal de televisión francés cuando la periodista le hizo una pregunta sobre las acusaciones en contra de su marido por malas prácticas en el financiamiento de su campaña. Ella quiere hablar de lo suyo y nada más ("soy muy cercana a mi marido, pero soy otra persona", ha dicho). Y lo suyo, asegura, es la música.

"Yo nunca tuve poder -dice ahora seria-. Nunca tuve poder y el poder que tuvo mi marido nunca lo usé ni abusé de él. No me interesa el poder, no es mi profesión. No me gusta. Prefiero las relaciones sensibles y afectivas a las relaciones de dominación o sumisión. No me interesa particularmente que me obedezcan, no me gusta dar órdenes, no me gusta recibir órdenes tampoco. Creo que a los seres humanos les atrae el poder, pero cuando uno lo ve de cerca no es formidable porque es una posición, a mi juicio, un poco artificial. Y yo prefiero tener una posición natural y normal con la gente."

Pero sus canciones no han estado libres de polémica. No todos entendieron el humor de las composiciones de su último álbum. Una de ellas, titulada "Mon Raymond", es una clara oda a su marido, y no faltó quien quedara perplejo porque le había cambiado el nombre. Más resquemor causaron los versos de "Le Pingouin", una canción en la que Bruni critica a la gente desagradable y descortés. Muchos vieron ahí un retrato, algo impertinente, del nuevo presidente socialista, François Hollande. Una interpretación que ella ha negado una y otra vez. "Me rehúso a someterme a la identificación de mi inspiración. Lo encuentro grosero", afirmó en su momento.

-Usted dijo que era "una canción un poco agresiva, porque era una respuesta a cada agresión a la cual no había sabido responder" y que encontraba que pese a ser privilegiada, la vida era "feroz". ¿En qué la encuentra feroz?
-Para mí la ferocidad de la vida está en todas las cosas esenciales a las que nadie escapa, sea cual sea su posición social, la suerte o los privilegios que pueda tener o no tener. Es difícil escaparles a la muerte de los demás, a la enfermedad, a las dificultades profundas que tiene el ser humano. Y somos todos, lo sabemos, perfectamente iguales frente a las cosas importantes de la existencia. Somos iguales frente al amor, frente a la soledad y frente a la enfermedad, por ejemplo. Para mí, la ferocidad de la vida se ubica ahí, en las cosas del destino o del azar que pueden pulverizar nuestras vidas. Tener a alguien enfermo en nuestra familia, tener hijos que no están bien, son tragedias a las cuales muy poca gente escapa.
-¿Es algo que la asusta?
-Asusta sí. Creo que a todos. Hay quienes piensan más o menos en eso, pero todos nos vemos afectados por eso.
-Pero hay gente que va más liviana por la vida, con mayor despreocupación.
-Sí. Yo no. No ando muy liviana por la vida. Desgraciadamente he perdido gente, varias veces me tocó atravesar esos momentos y son realmente malos ratos de la vida.
La canción "J'arrive à toi", del nuevo disco de Bruni, fue interpretada por el público como una declaración de amor abierta a su marido. La pareja se conoció en 2007 en una comida organizada por un amigo común para presentarlos. Una especie de cita a ciegas "no muy ciega", como ha dicho la cantante. El flechazo fue inmediato y tres meses después, en febrero de 2008, Bruni y Sarkozy se casaron en una ceremonia privada en el Elíseo, de la que apenas hay registros fotográficos. Ella tenía un hijo, pero nunca se había casado. Él contaba con dos divorcios anteriores.
-Usted se casó a los 40 años...
-Sí, ¡no fue muy rápido! "¡Ya era hora!", como dice mi suegra, que se casó a los 20...
-¿Fue el inicio de una nueva vida? ¿Un vuelco? ¿Qué le pasó? Porque a los 40 uno empieza a pensar que está en la mitad de la vida.
-Es cierto. Uno ya sabe todas las cosas que no podrá hacer. Por ejemplo, yo sé que no podré presentarme en los Juegos Olímpicos en carrera de atletismo -dice riendo-. Cuando uno es joven, todo está por delante, todo es posible. Ésa es la diferencia. Con el tiempo las opciones se hacen cada vez más precisas. Eso es lo que cambia. A partir de los 40 uno empieza a ser realmente sí mismo. Uno empieza a saber lo que puede y no puede hacer. Pero me gustó mucho casarme y soy bastante seria con el matrimonio. Creo en el compromiso del matrimonio. Pienso que es un gesto, una acción bastante fuerte.
Atrás quedaron los años en que la modelo desfilaba para los grandes diseñadores, se codeaba con Claudia Schiffer, Naomi Campbell y Linda Evangelista. Atrás también los tiempos en que posaba para atrevidas fotos y coleccionaba relaciones con estrellas del mundo del cine y de la música. Al casarse con el entonces presidente de Francia, la ex modelo y glamorosa cantante cuyo primer disco Quelqu'un m'a dit (Alguien me ha dicho) alcanzó, en 2002, un éxito inmediato, asumió su rol de primera dama con mucha sobriedad. Y empezó a tener que contestar preguntas incómodas como las que le hizo en el Palacio del Elíseo mismo la destacada periodista Barbara Walters, quien a pocos meses de su matrimonio evocó sus relaciones pasadas con hombres casados (se le atribuyó a Carla Bruni, entre otras cosas, el quiebre de Mick Jagger con Jerry Hall y se la criticó por haber tenido un hijo con el filósofo Raphael Enthoven, pese a haber estado anteriormente involucrada con su padre). Hábil en sus reacciones, astuta en sus respuestas, Bruni nunca dejó que esos cuestionamientos le llegaran. Lograr distanciarse de lo que se dice de ella fue un aprendizaje, reconoce hoy.
-Yo me desapegué bastante rápido de mi imagen justamente porque no podía controlarla. Eso no me provoca una gran alienación o problema. Me di cuenta rápidamente de que [mi imagen] escapaba completamente de mí, que es algo disociado de mí. Y creo que ésa es la solución: disociar tranquilamente. Hay una metáfora que permite explicarlo. Imagínese que está delante de un espejo y que mira su reflejo. Y que yo llego por detrás y tiro una piedra sobre su reflejo en el espejo. O que tiro una flor. En realidad ni la flor ni la piedra la tocan. Sólo tocan su reflejo. Ésa es la disociación que hay que hacer con la propia imagen. No es fácil, pero tampoco es muy difícil.
-Usted ha dicho estar en psicoanálisis y buscar adquirir más sabiduría. ¿El paso del tiempo la atormenta?
-¡Es que me gustaría no adquirir sólo arrugas! -exclama riendo-. Quisiera que vinieran con algo más. Que viniera con sabiduría. Siento que ésa es la palabra para la edad adulta. El no interesarse tanto en la apariencia física porque, francamente, yo hice de la apariencia física mi trabajo durante años, pero uno siente que ahí no está la clave de la existencia. Además que con el pasar del tiempo importan otras cosas fuera de la juventud, el físico o la belleza. También están el conocimiento, la inteligencia, la amabilidad, la profundidad. Sí... la sabiduría. Ahora, no me gustan particularmente las arrugas, pero bueno ¡no hay mucho que hacerle! -ríe otra vez-.
Su historia es conocida. Desde su matrimonio flash con Sarkozy, Bruni tiene nacionalidad francesa, pero nació en Turín en una adinerada familia (parte de una dinastía industrial) que se instaló en París en los años 70, por temor a las amenazas de secuestro de las Brigadas Rojas. Bruni creció junto a su hermana -la actriz Valeria Bruni-Tedeschi, célebre en Francia- y su hermano fotógrafo, Virginio, en un ambiente culto en el que la música predominaba: su padre era compositor; su madre, pianista. "Era un universo musical muy fuerte, porque mis padres trabajaban en casa -cuenta-. Mi padre componía muy temprano en la mañana y mi madre trabajaba en su piano toda la tarde. Siempre había música en casa. Diría que la música era como un miembro más de la familia." La muerte de su padre, en 1996, y luego la de su hermano, quien sucumbió en 2006 tras años luchando contra el sida, son quiebres que la marcaron.
-¿En qué se ha apoyado cuando le ha tocado vivir momentos difíciles?
-Uno se apoya en los demás, se apoya en su propia fuerza. Uno intenta... se enfrenta a la situación. Creo que tengo bastante fuerza, pero veo que todos nos sentimos un poco desprovistos frente a situaciones como ésas.
-¿La música es un refugio?
-Ah, sí. La música es un gran refugio. Un refugio, una solución, una respuesta, un alivio. Es realmente un refugio. Ésa, de verdad, es la palabra adecuada.
-¿Qué siente cuando compone?
-Siento algo misterioso y creo que esa sensación es lo que más me gusta en el mundo. Cuando canto siento algo que no tiene nada que ver con la vida común y corriente, algo que trasciende un poco. Cantar es una especie de rezo. Creo que los seres humanos empezamos a cantar quizás antes de hablar, quizás antes de rezar. Entonces hay algo muy simple y muy natural en el canto. Muy espiritual también. A veces le canto a mi pequeña hija.
-Usted ya tenía un hijo. ¿Cómo fue para usted la llegada de una niña?
-Siento una gran diferencia. Por alguna razón extraña tengo la impresión de que los hombres son más frágiles que nosotras. Entonces, desde el nacimiento de mi hija, tengo mucha confianza en ella. Confío mucho en mi hijo también, pero a él lo protegí más. Ella, ya lo siento aunque sea muy chica, tiene una fuerza que es la fuerza de la femineidad. Cuando son pequeños, los niños parecen ser bebes por más tiempo, ser más sensibles que las niñas. Por supuesto, todos los seres humanos son distintos el uno del otro, pero sin querer generalizar siento que el nacimiento de mi hija me dio mucha alegría y que me preocupo menos por ella. Es muy sorprendente porque los hombres son fuertes, pero tienen una fragilidad profunda, quizás un orgullo profundo.
-¿Conserva muchas amistades de su infancia y de otros momentos de su vida?
-Sigo siendo amiga de algunas niñas de mi época, de muchos couturiers, y de numerosas personas que trabajan en la moda: maquilladores, peluqueros, estilistas. Es un poco como una familia.
-Las modelos de su generación, dice, eran distintas a las de hoy, más maduras, con cuerpos más definidos.
-Creo que tiene que ver con que las modelos ahora son mucho más jóvenes. Nosotras éramos todas mujeres, teníamos entre 20 y 30 años. Teníamos cuerpos y personalidades de mujeres. Éramos longilíneas, pero no había ninguna flaca. Teníamos físicos más adultos, más femeninos.
-Usted fue independiente desde muy joven. ¿Se le hizo difícil mantener esa independencia durante la presidencia de su marido?
-La verdad es que no. Cuando uno es independiente no necesita afirmarlo. La independencia es un hecho. Y está sobre todo relacionada con el tener un trabajo y no depender de nadie para subsistir. Eso es indiscutible, no es algo psicológico. Yo trabajo desde que tengo 18 años, estoy acostumbrada a la independencia más profunda, más natural, más total. La posición pública que tuve por mi marido no fue particularmente independiente, pero mi independencia profunda le gusta a mi marido y yo la conservé simplemente porque siempre trabajé. Hay que decirles a las mujeres que la independencia es el trabajo. Cuando uno tiene su propio sueldo y paga por la vida de la familia puede opinar sobre todo, las cosas cambian. Nos da más libertad para amar y entrega una equivalencia en la pareja que es importante.
-Pero ¿no siente que tuvo que sacrificar parte de su espontaneidad?
-No mi verdadera espontaneidad. Porque en la intimidad conservé exactamente el mismo carácter. Las apariciones públicas no dejan espacio para la psicología personal de cada persona. [Ser primera dama] es una posición mucho más importante que la persona en sí, está vinculada a todo un país, es relativa a algo colectivo. Entonces, en esas situaciones no hay que pensar en uno mismo, sólo hay que ser reservada, no invadir el espacio público, no atraer la atención. Pero soy muy espontánea, muy conversadora, mis amigos pueden decirlo, así que no necesito hablar públicamente para demostrarlo.
Carla Bruni ha escuchado y sigue escuchando mucha música: los cantantes franceses e italianos que poblaron su infancia, pero también música pop, intérpretes como Leonard Cohen y Bob Dylan; divas del jazz como Billie Holiday y Ella Fitzgerald; y country girls como Dolly Parton. "Me he inspirado en muchas mezclas distintas, aunque yo haga música folk, es decir, una guitarra, una voz, y poco más", dice. Cuenta que escribe sus canciones en cuadernitos de notas, casi siempre de noche, y registra las melodías que se le ocurren en una grabadora, que puede ser la de su teléfono. "Luego, cuando empiezo a trabajar en un álbum, junto todo el material y trato de unir ciertos versos con algunas melodías o; si tengo letras, les busco una melodía, o viceversa. Es muy simple y para mí es el mejor momento de la escritura."
Con Little French Songs, el proceso demoró más de lo habitual, debido a su embarazo y al nacimiento de Giulia. "Lo práctico, cuando una tiene una beba, se vuelve muy importante, porque una tiene que pasar mucho tiempo con ella. Eso marcó este disco, porque hubo un tiempo en que mi beba tuvo la prioridad por sobre todo. El álbum quedó un poco entre paréntesis, pero no es desagradable trabajar así, como en paréntesis en vez de hacer todo de una vez. Tuvo sus ventajas", afirma.
Bruni dice tener varias canciones más en carpeta, guardadas en sus cuadernos de notas o en su grabadora. Pero aún no empieza a trabajar en otro disco porque está empeñada en preparar la gira que hará por Francia y Europa a partir de octubre.
Los 30 minutos acordados para la conversación llegan a su fin. Carla Bruni interrumpe una vez el diálogo para despedirse de una persona que está con ella. Se disculpa amablemente y pide que no le corten. Sin mostrar premura por terminar, retoma la conversación.
-En su opinión, ¿a cuál de sus talentos se debe su éxito?
-Yo creo que el éxito viene de la suerte. No tengo la impresión de tener un talento especial o quizá tengo el talento de saber tomar una oportunidad cuando la veo. Quizás. Más que talento mi principal cualidad es la adaptación. Pero hay tantos genios que no han sido exitosos y tanta gente mediocre que lo es que no puede ser un asunto de talento. Si uno piensa que La Cartuja de Parma, de Stendhal, por ejemplo, vendió sólo 50 ejemplares cuando se publicó, hace reflexionar, porque es un libro maravilloso que quedó para siempre en nuestra cultura. El éxito, creo yo, es un concurso de circunstancias: un poco de talento, trabajo y sobre todo suerte. La gente lo olvida, pero hay que tener consideración por la propia suerte y mantenerse modesto, porque la suerte puede revertirse. No es un mérito, es una casualidad.

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