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viernes, 5 de diciembre de 2014

IV/V Enseñar a hacer ciencia desde el aula

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Edición Online | 21-09-2013 | 13:31

Recomendaciones de Diego Golombek

"Un maestro puede hacer mucha ciencia en su aula"

El docente debe plantearse cómo interesar a sus alumnos en la ciencia, en base a preguntas de la vida cotidiana que ellos puedan hacer en clase, sugiere el investigador del Conicet.

Un bostezo gigante de Golombek que contagió a 1.400 chicos de la ciudad. El ciclo “La ciencia y vos” de la Fundación Medifé comenzó en 2012 y lleva charlas de divulgación científica a todo el país.- Foto:Gentileza Municipalidad de Santa Fe.
Mariela Goy

“Seguramente estén pensando que bostezar implica aburrimiento o cansancio, y no es necesariamente así”, comienza diciendo Diego Golombek para “enganchar” a los chicos de 6º y 7º grado de escuelas primarias en un tema que a priori parece complicado y digno de un bostezo de proporciones: la ciencia. Enseguida, el investigador del Conicet pregunta a su audiencia: “¿Por qué el bostezo es contagioso? ¿Por qué si yo bostezo, ustedes se contagian?”, plantea, mientras simula un bostezo gigante y obtiene más bostezos y risas del otro lado. Listo: la escucha y la participación de los escolares están aseguradas para toda la charla.

De igual manera, usando disparadores similares, un maestro puede captar la atención de sus alumnos para introducir algún tema científico en el aula, sugiere Golombek, doctor en Ciencias Biológicas de la UBA, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador del Conicet, que sabe mejor que nadie cómo divulgar la ciencia, explicándola a través de aspectos de la vida cotidiana.

Hace poco, Golombek estuvo en Santa Fe, en el marco del ciclo “La ciencia y vos”, organizado por la Fundación Medifé, en conjunto con la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Santa Fe. De las dos charlas realizadas en el Teatro Municipal, participaron unos 1.400 chicos de distintas escuelas de la ciudad.

—¿Explicar los fenómenos de la vida cotidiana es una forma de comunicar la ciencia?

—Es una de las posibilidades de comunicación de la ciencia. Básicamente hay dos: una es contar la ciencia profesional, contar lo que hacen los científicos en la Argentina, y el gran ejemplo de esto es Adrián Paenza. Y la otra forma que a mí me interesa más es despertar la curiosidad y la actitud de sacudir la naturaleza a preguntazos. Y los pibes están en la edad ideal para recibir esa vertiente de la ciencia, para escuchar a alguien que les cuente sobre la ciencia que está escondida en la vida cotidiana: en la cocina, en el baño, en el sueño; y eso inmediatamente los “engancha” porque son preguntas que ellos se hacen permanentemente.

—¿Cómo es la situación de la ciencia en las escuelas de nuestro país? ¿Está desactualizada, hace falta mayor formación docente?

—En general, es bastante deficiente la enseñanza de la ciencia en las escuelas por muchos motivos. En principio, la formación de los docentes no alcanza para lo que hoy se entiende por ciencia y tecnología, aunque hacen lo mejor que pueden. Y la verdad es que en la mayoría de los casos es encomiable lo que hacen los docentes con lo que tienen. El otro asunto es que los programas están a veces desactualizados y, sobre todo, son kilométricos. Es imposible dar 10 unidades en el año, y además no tiene sentido.

El otro problema es que en la primaria el tiempo que se dedica a la enseñanza de la ciencia es poquitísimo o nulo, porque está esta idea de que la escuela primaria sirve para aprender a leer, escribir, sumar y restar. Como mucho, podés aprender algo de historia y geografía, pero la ciencia no está tan representada en la primaria. A veces, los maestros les roban horas a otros contenidos para poder dar algo de ciencias naturales.

En la secundaria, sí hay horas de ciencia, pero en compartimentos muy estancos: ahora tenés la hora de química que no tiene nada que ver con la de física, la de matemática o la de biología. Se podría, en cambio, enseñar a los alumnos la idea de “pensamiento científico”, es decir, cómo la ciencia te ayuda a entender y pensar el mundo.

No hace falta un laboratorio

—¿Qué les recomendás a los docentes de ciencias biológicas de nivel primario para sus clases? A esas edades los chicos son curiosos y, a veces, lo único que se hace es la clásica germinación de la semilla de poroto.

—Que es una actividad maravillosa y a los chicos les encanta, pero sí, en general, es lo único que se hace. En principio, les diría que dediquen tiempo a la ciencia, aun cuando eso les cueste una discusión interna en la escuela. Segundo, en la primaria, como vos decías, los chicos tienen la pregunta a flor de piel; permanentemente están preguntándose cosas y eso hay que aprovecharlo en el aula. Esto no quiere decir que quien lleve las riendas de la clase sea el alumno, de ninguna manera; es el docente quien tiene la autoridad, sabe adónde quiere llegar, y para eso tiene que aprovechar la curiosidad de los chicos, sus preguntas, e ir moldeándolas con un objetivo. El docente debe plantearse cómo incentivar a los pibes, cómo interesarlos en base a preguntas cotidianas, de investigación que ellos puedan hacer en el aula.

Otra cosa que pasa cuando vos hablás con docentes de primaria es que te dicen: “Todo muy lindo, pero yo eso no lo puedo hacer porque no tengo microscopio electrónico o una centrífuga”. Yo les contesto: “No te hace falta nada de eso, podés hacer experimentos con lo cotidiano. Si tenés un laboratorio, aprovechalo, pero si no lo tenés, podés hacer muchísima ciencia en el aula”.

—¿Cuáles ejemplos de la vida cotidiana pueden servir a un maestro para hablar de ciencia?

—En la cocina, hay muchísima ciencia, cada vez que hacés algo en la cocina o cambia de color o se calienta o modifica su estructura. Batís claras a nieve y ahí hay una reacción química que está pasando frente a tus ojos. Otros ejemplos que damos siempre es la ciencia del bostezo o por qué la gente canta en la ducha o por qué soñamos. Todas cuestiones que a la gente le interesa y que no sospecha la cantidad de ciencia y de preguntas que hay detrás de ellas.

También está el tema de desterrar mitos que tienen que ver con el clima (“si el cielo está rosa, mañana va a estar lindo”), con la salud (hay miles de recetas de la abuela), etc. Son todas temáticas donde la ciencia puede meterse y son un buen tema de conversación que después se extrapola del aula. Lo que podés hacer como docente es aprender y ayudar a los alumnos a recorrer el camino de pensar científicamente; eso le va a servir al chico para todo, no solamente para la ciencia.

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