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Ataque cerebral: estudian nuevas estrategias para la rehabilitación
Por Nora Bär | LA NACION
Estudios internacionales sugieren que el ACV crece
al ritmo de la expectativa de vida y se presenta con mayor frecuencia a
edades más tempranas. Un trabajo que acaba de publicarse en The Lancet muestra
que, de los 15,9 millones de ACV anualmente en el mundo, uno de cada
tres se da en menores de 64 años y unos 83000 ACV ocurren a menores de 20 años.
Este panorama explica la creciente urgencia por mejorar los
tratamientos de neurorrehabilitación. La estimulación transcraneal con
electricidad o magnetismo y la toxina botulínica guiada por ecografía son dos
de las nuevas técnicas que se ensayan en Europa y Estados Unidos, y que pronto
se aplicarán en el país.
"Científicos en Europa y los Estados Unidos están
estudiando nuevas técnicas que prometen acelerar la capacidad de aprendizaje y
mejorar el desempeño funcional en diferentes actividades cognitivas y motoras
después de haber padecido uno de estos eventos vasculares", afirma el
doctor Máximo Zimerman, investigador argentino que trabaja en el Departamento
de Neurología del Hospital Universitario de Hamburgo, Alemania, considerado el
más moderno de Europa.
Zimerman es uno de los pioneros en estimulación magnética
transcraneal (utilizar pequeñas dosis de corriente y/o estímulos magnéticos en
regiones específicas del cerebro), la aplicación de toxina botulínica guiada
por ecografía y el uso de bioprótesis, estrategias de neurorrehabilitación que
ya se ensayan en el hemisferio norte y que él comenzará a aplicar el año
próximo en el país.
Hoy, Zimerman y sus colegas Pablo Celnik, de la Universidad
Johns Hopkins, Estados Unidos; Cathy Stinear, de la Universidad de Auckland,
Nueva Zelanda; Chris Rorden, de la Universidad de Carolina del Sur; John Whyte,
del Instituto de Investigación en la Rehabilitación Moss, de Estados Unidos;
Andreas Luft, de la Universidad de Zurich, Alemania; Michel Makley, de la
Universidad de Maryland, Estados Unidos; Friedhelm Hummel, de la Universidad de
Hamburgo, Alemania, y Facundo Manes, del Instituto de Neurología Cognitiva
(Ineco), de Buenos Aires, discutirán sobre los últimos conocimientos en la
materia durante el Simposio Internacional de Neurociencias de la Fundación
Ineco.
"Esta nueva área de la neurología comenzó a
desarrollarse a medida que se fueron comprendiendo los mecanismos de la
«neuroplasticidad», que le permiten al cerebro transformarse a sí mismo -cuenta
Zimerman-. Estudia los cambios estructurales y funcionales que sobrevienen a
causa de diferentes lesiones cerebrales, y ensaya técnicas modernas de
neuroimágenes, como la resonancia magnética funcional y el análisis de
conectividad basado en electroencefalografía, que permiten identificar las
diferentes regiones cerebrales involucradas en el proceso de recuperación
funcional. Luego, analiza cómo incrementar o suprimir la actividad en esas
regiones para potenciar el proceso de recuperación neurológica."
Así como hay una ventana de oportunidad de alrededor de
cuatro horas desde que se desencadena el ataque cerebral para intervenir, y
reducir o evitar secuelas, hoy se piensa que también la hay para aprovechar al
máximo la capacidad de las neuronas para recuperarse del daño. Distintas
investigaciones indican que existe un lapso de «hiperplasticidad», semejante a
la que poseen los chicos, inmediatamente posterior al ACV que podría rondar los
tres meses.
"Desde hace unas décadas, diversos estudios mostraron
que el cerebro y el sistema nervioso cambian constantemente a lo largo del
desarrollo, con el envejecimiento, con las experiencias y con las injurias o
daños -explica Celnik, organizador del simposio-. Esto llevó a pensar que puede
recuperarse. Por su frecuencia, uno de los temas más estudiadas es el ACV. La
idea es desarrollar tecnologías que puedan fortalecer los procesos normales del
cerebro y mejorar la recuperación."
Hoy se piensa que, tras un ACV, el mismo
día o en cuanto el paciente esté en condiciones de interactuar hay que comenzar
a realizar maniobras que pueden cambiar la evolución de las secuelas.
"Ya no se habla de neurorrehabilitadores o neurólogos
exclusivos -explica Zimerman-. Vemos al paciente cada uno desde su óptica y con
un rol definido, pero lo tratamos entre todos. Iniciamos el esquema de
rehabilitación desde que empieza a administrársele la medicación
trombolítica."
El 75% de todas las lesiones causadas por un ACV son del
tipo sensomotor; en el 20%, también está afectado el lenguaje, y en alrededor
del 5%, hay déficits en la capacidad atencional.
Hay diversos tests que pueden ofrecer indicios de la
capacidad de recuperación del paciente. "Uno de los que estamos
desarrollando es estimular magnéticamente el hemisferio afectado y medir la
señal en el músculo contralateral [de la otra mitad del cuerpo] para tener una
idea indirecta de cómo reacciona el centro cerebral que gobierna los
movimientos voluntarios, la corteza motora primaria -dice Zimerman-. Si esa
región está afectada, existen áreas en la periferia que pueden llegar a tomar
el control. Pero lo más interesante es que existen zonas que pueden competir
con ese proceso de recuperación, o sea que tienen una función «maladaptativa»;
es decir, exhiben una plasticidad «mala» y ejercen un efecto inhibitorio sobre
la corteza motora afectada."
En la estimulación magnética transcraneana (una estrategia
que está aprobada desde 2008 por la Administración de Alimentos y Drogas de los
Estados Unidos para el tratamiento de la depresión, aunque se vio que en esta
dolencia hay un 40% de pacientes que no responden), "se emplea una bobina
que aplica una corriente magnética en ciertas áreas y puede regularlas,
estimularlas o inhibirlas -detalla el especialista-. Se vio que aumenta la
excitabilidad y contribuye a la recuperación cerebral. Junto con actividades
específicas, tiene un efecto aditivo; es decir que puede generar un beneficio
extra."
Sin embargo, advierte, hay que ser muy cautos y dominar bien
la técnica, porque tiene ciertos efectos adversos, como aumentar el riesgo de
crisis epilépticas, de acuerdo con la frecuencia y la intensidad de la
estimulación.
Otra estrategia es la estimulación cerebral con corriente
directa, que consiste en colocar dos electrodos sobre la superficie del cráneo.
"De acuerdo con la localización, podemos generar una onda de activación de
un electrodo al otro, equivalente a una batería de nueve voltios -cuenta-. El
paciente sólo advierte un cosquilleo. Si durante una secuencia de ejercicios
estimulamos el cerebro, observamos que aumenta la exactitud del movimiento y
disminuye el tiempo de realización. En Hamburgo pudimos mostrar que incluso a
las 24 horas de realizar esta intervención se mantenía la diferencia comparada
con placebo. Acabamos de iniciar una prueba multicéntrica, la más importante
que se está haciendo en neuroestimulación en Europa, que abarca cinco países
(Austria, Alemania, Suiza, Italia y Francia). El aumento de la excitabilidad
cerebral perdura 90 minutos. Estamos viendo que si se mantienen los efectos
funcionales pueden verificarse hasta un año más tarde."
"Aunque muchas veces se accede a estas intervenciones
más allá de los tres meses -agrega Celnik-, hay indicios de que los cambios
cerebrales continúan. Al principio, la recuperación espontánea está dada por la
expresión de ciertos genes que producen neurotransmisores y factores
neurotróficos favorables a la plasticidad. Más tarde se van frenando y uno va
teniendo la plasticidad normal del adulto."
Chris Rorden trabaja en la rehabilitación de la afasia
(problemas para producir el lenguaje).
"El cerebro tiene capacidades de recuperación como las
que pone en marcha cuando uno se cae y se lastima -dice-. Queremos ver si
podemos desbloquearlas."
Y concluye Celnik: "Hay que ser cautos, pero las evidencias son positivas y todo indica que en los próximos años todo esto se podrá aplicar en forma masiva en la clínica cotidiana. La mayoría de los pacientes que padecieron un ACV recuperan una buena cantidad de función, aunque no siempre a los niveles previos al trastorno. El panorama es promisorio".
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