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Cómo influye el estado de ánimo a la hora de tomar decisiones
Experiencias previas, seguridad en uno mismo, dificultad para delegar son algunos de los factores que intervienen al momento de decidir. Las preguntas para definir un problema
Todos los días tomamos decisiones. Todo el tiempo. En
todos los aspectos de nuestra vida. Y por irrelevante que parezca
frente a los problemas que enfrentamos a diario, conocer nuestra emocionalidad resulta clave de cara a considerar diversas opciones y no actuar en automático.
"No voy a poder", "Esto es demasiado para mí", "Esto me supera" son
frases que solemos usar y que intervienen en la toma de decisiones y
que a veces no nos permiten ver que la salida está en el otro y que el
pedir ayuda no nos convierte en personas débiles o incapaces, más allá
de nuestras propias limitaciones.
Lo mismo sucede con la dificultad en delegar decisiones.
La ilusión de controlar los resultados no permite el desarrollo en las
personas que coordinan acciones con nosotros y de esta manera anulamos
la posibilidad que nos puedan facilitar ciertos procesos de decisión que
inclusive no aportan valor a nuestras tareas, más si hablamos de
decisiones programadas o semiprogramadas donde se responde con
planificaciones anticipadas.
Si queremos delegar debemos
verle el valor a que decidan por ellos mismos y así no sólo delegaremos
tareas sino que también delegaremos poder. El compromiso de delegar poder es un primer paso a la obtención de una mejor calidad de vida.
"La experiencia previa o la llamada experiencia vivida no es garantía de una mejor toma de decisiones"
¿Cómo tomar decisiones?
La toma de decisiones suele estar conectada con la confianza interior que sentimos,
pero esto último, si bien no nos asegura el éxito, nos pone en un lugar
de responsabilidad, según el resultado que se obtenga al elegir o
decidir. Esta confianza también se recuesta sobre la confianza en el
futuro y de esta manera el diseño del mismo estará en nuestras manos.
Nuestra
naturaleza no nos permite predecir cuándo nos vamos a equivocar y esto
es fuente de sufrimiento y alguna vez de parálisis para elegir una
respuesta y poder decidir.
Aunque pueda parecer contradictorio, la experiencia previa o la llamada experiencia vivida no es garantía de una mejor toma de decisiones
no esperadas o estratégicas, en cambio son bienvenidas en las
programadas o tácticas, ya que las mismas son respuestas que fueron
probadas, y de este modo nos aportan la tranquilidad de que van a
funcionar. En cambio las decisiones no programadas suelen incrementar un
riesgo, y agregarnos angustia si es que no funcionó en el pasado, o una
falsa seguridad si fue exitoso el resultado que obtuvimos.
De este modo, antes de tomar una decisión puede resultar útil colocarnos en un lugar de conciencia plena, esto es saber que toda decisión puede abrir o cerrar posibilidades,
que no siempre que apostamos vamos a ganar y que todo resultado, además
de dejarnos un aprendizaje, estará sujeto a nuestra interpretación, que
por supuesto disparará una emoción y con esta emoción nos prepararemos
para la acción, cosa que algunas veces olvidamos y provocamos resultados
que no queremos generar.
Otro dato que puede aliviar el peso en nuestras decisiones es el descubrir que, el querer controlar los resultados a través de las decisiones que tomamos es una ilusión,
ya que los resultados se pueden proyectar, gestionar, reinterpretar,
pero no se pueden controlar. No hay manera de saber de antemano cuáles
pueden ser los beneficios o las dificultades provocadas por una
decisión. Y es esta ilusión de querer controlar el resultado quizá la
razón de la lentitud o parálisis que muchas veces "acecha" al momento de
tomar decisiones.
El rol del azar
El
azar, como toda interpretación, está condicionado por quien lo observa.
De esta manera tendremos quien juzgando sus propios resultados le
adjudique mucha o poca importancia a la buena o mala suerte de sus
decisiones estará poniendo afuera su poder y no se hará responsable de
sus decisiones y creerá que hasta que la suerte no cambie no habrá
posibilidades de alcanzar resultados efectivos.
Si
adjudicamos en las buenas o malas, los resultados a la suerte no habrá
lugar para saber o reconocer si estamos siendo asertivos o no en nuestra
toma de decisiones y las elecciones se podrán volver erráticas dado que
no habremos acumulado experiencia, que es un patrimonio, que en algunos
casos nos abre posibilidades para elegir cuál de las decisiones puede
ser la más conveniente. La suerte suele ser amiga de la acción, por lo
tanto si accionamos desde emociones que abren posibilidades como por
ejemplo la confianza y distinguiendo cuál es el compromiso que tenemos
al elegir, tendremos más posibilidades de alcanzar lo que estamos
buscando.
Las preguntas que ayudan a definir el problema
-¿Qué lo detonó?
Facilita tomar los recaudos posibles para que no se vuelva a generar y
nos permite no sólo definir el efecto sino también la causa que lo
provocó
-¿Soy parte del problema? Nos pone
como protagonistas y responsables de las decisiones que aporten a
solucionar el problema. Si bien el problema puede ser provocado por algo
ajeno a nosotros, si el mismo nos afecta de alguna manera, seremos
parte del problema y nos posibilita ser parte de la solución.
-¿Cuándo comenzó? Nos indica el contexto en el que se disparó y nos permite ver si colaboró o no con la aparición del mismo.
¿Necesito resolverlo solo? Salir
del paradigma de no pedir ayuda facilita la resolución del problema que
se nos presenta. La mirada de otra persona, que puede aportar nuevas
alternativas a las encontradas por nosotros.
-¿Quiénes tienen que ver con el problema? Para
la funcionalidad de la definición del problema, tendrán que ver con el
problema todos aquellos que necesiten que el problema sea resuelto y no
los que, por ejemplo, lo generaron.
-¿Cuáles son mis recursos?
Si nos concentramos solamente en los problemas que se nos presenta,
corremos el riesgo de hacer más grande la amenaza, por lo tanto
preguntarnos o enumerar los propios recursos y los ajenos nos
proporcionará la posibilidad de buscar dentro nuestro o en el afuera y
encontrar herramientas que enfocados solo en el problema no tendrían
oportunidad de aparecer.
Cómo ayuda el coaching en la toma de decisiones
En
uno de los aspectos humanos en donde más está haciendo su aporte el
Coaching es en la toma de decisiones, ya sea desde la indagación o la
facilitación de los procesos para la definición de decisiones, en donde,
basados en procesos de buenas prácticas de coaching podremos encontrar
la mayor demanda del mismo.
A través de la indagación, el coaching otorga la posibilidad de achicar la brecha entre la realidad actual de las personas y su realidad ideal o deseada.
Y desde allí aparecen todo tipo de respuestas que van desde las más
sencillas a las más profundas, no interfiriendo con su futuro ni
aconsejando cuál es el rumbo, simplemente, utilizando la disciplina del
coaching que básicamente indaga, pero también desafía, contrasta,
muestra contradicciones, pero fundamentalmente no compra los juicios
limitantes ni se compadece del relato, sino que con total y serena
compasión por el estar siendo del que tiene que tomar una decisión,
facilita el proceso para que lo logre alineado a su compromiso.
Así,
mediante técnicas lingüísticas, corporales y emocionales el coaching
apoya todos los procesos de tomas de decisiones, que en algunos casos
suelen ser traumáticos, angustiantes y son fuente inagotable de
sufrimiento para las personas que se encuentran atrapadas, y es allí
donde la demanda de coaching aumenta dado la mayor rapidez y eficacia
demostrada ante otras alternativas, que no son reemplazadas por el
coaching sino que el mismo viene a sumar a otras posibilidades como la
terapia psicoanalítica, el causeling, etc.
Las decisiones personales
Las
decisiones suelen ser todas personales, ya que como seres humanos
estamos vinculados no sólo a las personas, sino también a creencias y
paradigmas que nos hacen emocionar de distintas maneras frente a
emociones tales como el temor, la sorpresa, la ira, la esperanza, la
alegría, la aceptación, etc., y podemos decir que tales circunstancias
nos predisponen de diferentes formas, y en este aspecto condiciona la
toma de decisiones.
"Los seres humanos, al ser emocionales, no tienen manera de separar la emoción de la razón"
Algunas
veces creemos que si tomamos decisiones, es mejor hacerlo con la razón y
no con la emoción, como si pudiéramos separar ambas cosas.
Está comprobado que los seres humanos, al ser emocionales, no tienen manera de separar la emoción de la razón,
y una de las claves que nos aportan mayor efectividad, en las
decisiones, es la de poder distinguir las emociones que nos afectan
cuando decidimos, si las podemos distinguir estaremos en condiciones de
elegir seguir en ese estado o cambiar a otro que nos abra posibilidades.
Podremos
armar todo un desarrollo de tomas de decisión critico, cognitivo o
sistémico, pero siempre lo realizaremos bajo la influencia de alguna
emoción ya sea previa o posterior a la presentación de la circunstancia
que amerita nuestra decisión. La evidencia que deja al descubierto que
las tomas de decisión son, en el fondo, todas personales se pone de
manifiesto cuando alguien decide dejarnos afuera de algún proyecto,
trabajo o acontecimiento, en donde no lo sentimos desde nuestra
profesionalidad, podremos reaccionar profesionalmente, pero los
sentimientos estarán referenciados en lo personal o sea en nuestras
emociones.
Asesoró: Juan José Arévalo, coach profesional en M&C Consulting, ingeniero y empresario.
www.mycconsulting.com.ar
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