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y reseña de la nota publicada en Clarín
Dos especialistas, desde
Córdoba y Entre Ríos, explican los fundamentos de la Nutrición Preventiva. Qué
alimentos curan, enferman o causan adicción, según esta corriente.
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La clave, aseguran, es
"autoadministrar" la salud antes de los desórdenes y no depender de
medicamentos o soluciones mágicas.
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07/02/14 - 11:30
No se trata de contar las
calorías gastadas, consumidas o acumuladas, ni de armar dietas o programas de
ejercicios incumplibles; se trata de tomar conciencia de cómo es y funciona el
organismo, desde lo biológico y químico, para luego “depurarse”, dejar de
intoxicarse con alimentos inadecuados e incorporar los que verdaderamente
nutren y aportan energía de manera más eficiente. Y recordar que no hay mejor
alimento que el que viene crudo, sin paquete.
Esa es parte de la propuesta de
estos dos especialistas en Nutrición Preventiva, un concepto que va llegando de
a poco a los consultorios y ya se incluye en tratamientos.
Néstor Palmetti es técnico en Dietética
y Nutrición Natural, autor de más de una docena de libros e impulsor de Espacio Depurativo,
en la localidad de Villa de Las Rosas (Traslasierra, Córdoba), donde recibe a
“personas interesadas en tomar conciencia y atender las necesidades higiénicas
y fisiológicas del organismo, mediante un proceso de autogestión”.
Mediante talleres y charlas, o con la posibilidad de alojamiento por unos días, se encara un proceso depurativo que consistente en nueve aspectos: la higiene intestinal, la limpieza hepática, la depuración de los fluidos internos, el desparasitado, el reposo digestivo, el ayuno, la oxigenación interna, la elevación vibracional y la imprescindible modificación de los hábitos alimentarios.
Mediante talleres y charlas, o con la posibilidad de alojamiento por unos días, se encara un proceso depurativo que consistente en nueve aspectos: la higiene intestinal, la limpieza hepática, la depuración de los fluidos internos, el desparasitado, el reposo digestivo, el ayuno, la oxigenación interna, la elevación vibracional y la imprescindible modificación de los hábitos alimentarios.
El doctor Haroldo Rojas se
desempeña como jefe de Clínica e Infectología en el Sanatorio Adventista del
Plata, una de las instituciones privadas más antiguas y prestigiosas de Entre
Ríos. A los 7 años, una charla sobre Medicina Preventiva que médicos
estadounidenses brindaron en su iglesia, lo convenció de dejar de comer carne.
Una vez recibido de médico,
ejerció su clínica de la manera tradicional (asistencialista, “con medicamentos
que tapan síntomas”) hasta que dio un vuelco hacia nuevos enfoques como la
prevención.
Hoy, a sus pacientes los trata usando ese novedoso prisma, motivándolos a un estilo de vida sano, basándose en el acrónimo ADELANTE (Agua pura, Descanso adecuado, Ejercicio físico, Luz solar, Aire puro, Nutrición adecuada, Temperancia, Esperanza en Dios).
Hoy, a sus pacientes los trata usando ese novedoso prisma, motivándolos a un estilo de vida sano, basándose en el acrónimo ADELANTE (Agua pura, Descanso adecuado, Ejercicio físico, Luz solar, Aire puro, Nutrición adecuada, Temperancia, Esperanza en Dios).
Qué, cómo y cuándo comer
"Objetivamente, sabemos
que somos frugívoros, que nuestra fisiología digestiva está diseñada y
preparada para frutas, hojas, semillas, algas y raíces. Comida viva y cruda. La
cocina sin cocina. Evitar cocciones, hervores y cualquier modificación en los
alimentos con calor. También es de suma importancia el ayuno, las pausas
digestivas. Ese día el cuerpo puede ocuparse en limpiarse en vez de
digerir", dice el Palmetti.
En tanto, el doctor Rojas,
señala que, además de qué comer, importa el cuándo y el cómo. El sistema
digestivo necesita horas de trabajo y descanso, por lo tanto, deberíamos comer
solamente en el desayuno (como reyes), almuerzo (como príncipes) y cena (como
mendigas). ¿Y entre horas, qué? Agua.
Alimentos que curan
Para Palmetti, primero habría
que definir qué es curar. Cuando uno comprende la infinita sabiduría celular
que se expresa en nuestro organismo, cae en la cuenta de que el cuerpo nunca
enferma sino que simplemente siempre está tratando de sobrevivir del mejor modo
posible, adaptándose al “combustible” inadecuado que le suministramos. Por eso,
prefiere hablar de “alimentos fisiológicos” (frutas, verduras y semillas), o
sea, "aquellos adaptados a nuestra estructura digerente. Esos alimentos se
metabolizarán fácilmente, darán muchos beneficios (físicos, energéticos y
vibracionales) y no generarán ninguna toxicidad".
"El ajo, la
cebolla, la achicoria y el brócoli han demostrado tener propiedades
anticancerosas y excelentes antídotos contra los microbios. Hay frutas con
poder antioxidante (frutillas, arándanos, frambuesas)", apunta Rojas.
Aquellos que enferman
Aquellos que enferman
Según Palmetti, los “alimentos
no fisiológicos” (todo lo que no sea frutas verduras y semillas) ofrecen
dificultades en su metabolización y resultan perjudiciales para el organismo.
"Hace miles de años, por una simple cuestión de supervivencia en la
glaciación, el ser humano tuvo que adaptarse a la proteína animal (cárnicos,
lácteos), a los amiláceos (cereales, tubérculos) y a la cocción (para poder
digerir muchos de esos alimentos no fisiológicos). Como es obvio, adaptación no
es normalidad. Luego, la tecnología nos introdujo el alimento industrializado y
procesado, con el artificial aporte del desmenuzamiento y la síntesis química,
completándose un esquema tóxico y adictivo, causa profunda del proceso de
ensuciamiento crónico que luego deviene en los procesos que llamamos
'enfermedades1", asegura.
Rojas apunta, al respecto, que
el consumo de azúcar refinada y harina refinada, lácteos y derivados, carnes
rojas y blancas no es lo ideal para nuestro cuerpo. "Nos enferman lenta
pero progresivamente, además de crearnos adicción. Recordemos las dos
herramientas que utiliza la industria alimentaria para tener éxito comercial: el
excesivo contenido de sal y azúcar en todos sus productos. Por eso, nuestra
dieta no debería estar basada en alimentos procesados, refinados, enlatados, en
plásticos ni en tetrabrik. Las harinas y azúcares refinados producen
inflamación crónica del endotelio (la capa interior que recubre las arterias) y
con el tiempo dan lugar a un sinfín de enfermedades", detalla.
El trasfondo adictivo
El trasfondo adictivo
Lentamente, dice Palmetti,
comienza a entenderse el trasfondo adictivo que envuelve a la comida, más allá
de lo psicológico (descarga o compensación emocional), comienza a “caer la
ficha” sobre las verdaderas cuestiones físico-químicas que forjan la relación
enfermiza con el alimento cotidiano, cuando la comida es utilizada como
“relleno” (frente a vacíos internos) y “calmante” (presión por el estrés de la
intensidad de la vida moderna). "La industria también aportó lo suyo,
echando mano a verdaderos compuestos adictivos, como el glutamato monosódico
(GMS) o el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF). Estos alimentos monopolizaron
el consumo por el vínculo con nuestros receptores cerebrales y porque generan
un efecto relajante", asegura.
Alcalinidad y acidez
Alcalinidad y acidez
Rojas, en tanto, dice que el
metabolismo de nuestro cuerpo y el estrés oxidativo, entre otros factores,
producen acidez. Una alimentación alcalina contrarresta esta acción. "Los
azúcares refinados, las harinas refinadas, las carnes rojas y blancas son las
principales fuentes de alimentos ácidos; mientras que el limón, las verduras
(fundamentalmente de hojas verdes), frutas y cereales son alimentos
alcalinos", ejemplifica.
Pero no es que lo ácido sea
“malo” y lo alcalino “bueno”, observa Palmetti: "Ambos se necesitan y se
complementan en las reacciones químicas. El plasma sanguíneo debe mantener a
ultranza un ligero nivel de alcalinidad, para no perder la capacidad de
almacenar oxígeno en los glóbulos rojos y eficiencia en la tarea de eliminación
de los residuos celulares, génesis profunda de cualquier enfermedad. En todos
los casos, se requiere la suficiente presencia de bases (álcalis) que
neutralicen los ácidos. Lo más simple es que la sangre obtenga suficientes
bases de los alimentos, y son los alimentos fisiológicos lo que las proveen en
abundancia. En caso de carencia (exceso de ácidos circulantes, entre otras
cosas, por el uso de alimentos no fisiológicos), la sangre echa mano a dos
mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio. Uno consiste en derivar
ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte alcalino.
Esto genera reuma, problemas circulatorios, afecciones de piel, etc. El otro
mecanismo es recurrir a su reserva alcalina: las bases minerales (calcio,
magnesio, potasio) depositadas en huesos, dientes, articulaciones, uñas y
cabellos. De este modo, la sangre se convierte en un "saqueador" de
la estructura orgánica, con el único objetivo de restablecer el vital
equilibrio ácido básico que permite sostener el correcto funcionamiento
orgánico".
El poder de las semillas.
El poder de las semillas.
"Son el alimento más
concentrado y fácil de conservar, transportar y consumir, y todas son buenas.
Algunas podemos consumirlas directamente o siempre mejor activadas (remojar
durante la noche). Nos referimos a almendra, chía, cajú, coco, girasol, lino,
maní, nueces, pará, pistacho, sésamo, zapallo. Otras requieren la germinación
(alfalfa, amaranto, amapola, fenogreco, lenteja, quínoa, sarraceno). Las
semillas pueden dar lugar a saludables licuados sustanciosos, sopas licuadas,
leches, mantecas y quesos vegetales y combinan muy bien con frutas y
hortalizas. Este grupo esencial nos garantizará la adecuada provisión de grasas
y proteínas de alta calidad", enumera Palmetti.
"Y aunque siempre se las
pensó solamente como un alimento para pájaros, son indispensables para nuestro
organismo. Las más conocidas y necesarias son lino, chia, sésamo y girasol.
Recordar que se deben consumir trituradas, ya que enteras sirven solamente como
fibra mientras que molidas brindan propiedades antioxidantes y calcio. El lino
es, por ejemplo, la principal fuente de omega 3 de origen vegetal",
coincide Rojas.
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