Enlace y reseña de la nota publicada en Clarín
Azar, ingenio y recuerdos en el álbum “Cortázar de la A a la Z”
Por Juan Cruz Ruiz
Se presentó en España un libro–objeto que reúne memorias, relatos, cartas y fotografías del autor de “Rayuela”.
I
El escritor y su madre. Cortázar y María Herminia Descotte en Austria, en 1963, retratados por la entonces esposa del autor, Aurora Bernárdez. /SANTILLANA
Barcelona. España -
09/02/14
Aurora Bernárdez, menuda y blanca, movía la cabeza y reía,
silente, el jueves, en la primera fila de la Casa de América de Cataluña
cuando le preguntaban a Carles Alvarez Garriga, editor con ella del
álbum biográfico Cortázar de la A a la Z, qué música era la favorita del autor de Rayuela,
cuyo centenario ya estamos celebrando. La viuda y albacea del escritor
que hizo del humor, el azar y el ingenio argumentos de sus novelas,
rompió su viejo compromiso de callar en público y pronunció los nombres
propios mágicos a los que se aferraba Cortázar cuando quería ser Julio y
quedarse solo consigo mismo y con la música: “Duke Ellington, Charlie
Parker… A veces estudiaba trompeta; la mujer que servía en casa, una
española, me decía: ‘¿Estudia, verdad? Porque sólo la pifia’”.Ella misma rió, todos rieron. Fue el punto y final de un acto muy especial, como el libro que le sirvió de pretexto. Este álbum, que nació en Argentina (de la mano de la directora de Alfaguara en Buenos Aires, Julia Salztmann, de la viuda de Julio y del gran cortazariano Carles Alvarez) y que diseñó en Barcelona el argentino Sergio Kern, es un gesto de amor a Cortázar, a él como persona (pues el álbum es en un porcentaje altísimo sobre su vida personal) y a él como escritor; está hecho, por Alvarez y por Bernárdez, con el apoyo técnico de Kern y “el entusiasmo” de Saltzman, como “el mejor homenaje”, como dijo el director de la Casa de América, Toni Travería, al escritor “al que tanto amamos todos”. Leyó “Travería” un texto de Juan Gelman al gran cronopio: “Tu mejor obra sos vos”.
Y a vos, Julio, está dedicado este libro raro “e inclasificable”, como le gusta a Sergio Kern que llamen al resultado final de esta magna obra típicamente cortazariana, que incluye destellos de otras grandes audacias del propio Cortázar, como La vuelta al día en ochenta mundos. Este álbum es el preludio de todo lo que ocurrirá en el centenario del escritor y en el cincuentenario de Rayuela, su obra más querida (la directora de Alfaguara Global, Pilar Reyes, se felicitaba de las ventas que sigue teniendo, “y ahora más”). Y es a la vez, dijo Alvarez, la conclusión de una ingente labor editorial que se inició en aquel sello en 1994, cuando se editaron algunos libros que permanecían inéditos a la muerte de Cortázar en febrero de 1984.
Ahora, dijo Carles Alvarez, que se definió a sí mismo como “el evangelista” de Cortázar, “habría que parar un poco, que la gente digiera todo lo que se ha hecho”. Entre las cosas que se han hecho, la edición de las conferencias literarias de Julio en Berkeley y la ingente colección de cartas del escritor (“la más interesante y abundante de cualquier escritor hispano en el siglo XX”), que Alfaguara publicó recientemente en cinco tomos. Como estábamos en Barcelona, y como es justicia, Alvarez tuvo un recuerdo para Francisco Porrúa, el editor argentino que vive aquí y que con tanta pasión como buen juicio puso en la rampa de salida a aquel joven Cortázar de Los premios.
La sesión fue un repaso a lo que este álbum tiene de más emocionante. Carles Alvarez, a preguntas del moderador del acto, Jean Barnabé, hijo de un traductor francés que fue amigo de Cortázar y que aparece en esta colección de recuerdos gráficos y escritos, dijo que para él la doble página de la entrada “Infancia”, es de lo más enternecedor de esta memoria. Ahí se incluyen estos versos sencillos, junto a retratos del Cortázar chico: “ Me acuerdo de una plaza, poca cosa: un farol, un paraíso, unos malvones/ y ni un banco en que estar y ni una rosa./ Pero venían todos los gorriones” .
Claro, como todos los libros, y especialmente los libros de Cortázar, es un libro para leer y releer, pero este es en especial un libro para ver. Pues no es lo mismo leer los versos que Cortázar dedicó a su abuela (en la entrada Abuela) que contemplar la compaginada que Kern, con el auxilio de Carles y la supervisión “siempre risueña”, dijo Alvarez, de Bernárdez, consiguió con los materiales que tuvo a mano, la foto de Victoria Gabel de Descotte y un “abanico japonés que fue de la abuela”, una señora que dio la vuelta al mundo adelantándose quizá a las vueltas al mundo (real o figurado) que luego daría su nieto. El poema es de 1963, se titula Abuela muerta y empieza así: “ El angelito que tantos años dibujé al pie de unas cartas,/ y el à bientot de las despedidas, y ese nombre en el sobre/ han de seguir en alguna parte, han de ser algo vivo,/ no es posible que nada sobreviva de esa ternura y esa gracia…” En el mismo renglón de las preferencias, Barnabé le preguntó a Alvarez cuál le había hecho más gracia. Entre los numerosos papeles inesperados de Julio (papeles inesperados que también formaron parte de un volumen) apareció esta broma casi buñuelesca: “Era zurda de una oreja”. Y esa voz está como Zurda en el apartado Z del álbum, una página antes de este especial colofón del libro, en el apartado Zzz… con que Bernárdez, Alvarez y Kern concluyen este homenaje realmente conmovedor y divertido al hombre que nos hizo leer al revés y al derecho no sólo lo que escribió sino lo que nos pareció que escribía.
Está Buenos Aires, claro, y Argentina, y los cronopios, y Gabo, y Carlos Fuentes, y Aurora por supuesto, y Carol Dunlop, su última compañera, y Julio Silva, y Mafalda, y su madre. Y el humor. Y Julio. Gelman se lo dijo: “Tu mejor obra sos vos”. Pues esta obra es Julio y no sólo Cortázar. Una mujer le escribió a Carles Alvarez: “Me has dado un gran regalo y me has dado un gran insomnio. Desde que me mandaste el álbum sólo he podido leerlo y no tuve tiempo para dormir”. Ese mismo insomnio fue la feliz ayuda que tuvimos cuando leíamos Rayuela.
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