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El exceso de peso puede perjudicar seriamente su salud y afectar su
vida personal y profesional. Usted puede tener muchas razones por las
que quiere bajar de peso, pero ninguna es más importante que el cuidado
de la salud.
Adelgazar implica reducir el riesgo de casi todas las complicaciones
que origina la obesidad y también disminuir el costo de su tratamiento.
¿CUÁNTO HAY QUE BAJAR PARA REDUCIR LOS RIESGOS?
Un descenso de peso moderado, de alrededor de un 10 por ciento de su
peso, ya reduce el riesgo de problemas serios. No es necesario que
llegue al llamado peso ideal para comenzar a gozar de los beneficios.
LO IDEAL, ENEMIGO DE LO POSIBLE
En realidad, el cuerpo de las personas obesas que están en plan de
adelgazamiento suele “resistirse” a alcanzar el peso ideal, aun después
de una cirugía. En otras palabras, no todos pueden volver al peso que
tenían a los veinte años y mantenerlo para siempre… Pero si usted
necesita bajar de peso, sí puede lograr cambios significativos sobre su
salud y su apariencia. Un buen objetivo, entonces, es lograr el peso
posible. Este índice sirve para saber cuánto es lo máximo que puede
bajar y mantener en el tiempo una persona obesa o con sobrepeso.
UNA FUERTE RED DE APOYO
Para controlar el peso se puede utilizar una alta cantidad de recursos. Usted puede probar alguno o varios de los que siguen:
*consulta con médico especialista
*consultas nutricionales
*programa para bajar de peso
*asesoramiento para cambio de conductas
*grupos de autoayuda
*talleres educativos
*terapia psicológica
*intervenciones bariátricas como balón, banda o bypass gástricos
*cirugías reparadoras.
Además, para conseguir ayuda en el esfuerzo y respaldo en el
compromiso, es importante pedir el apoyo de su familia y sus amigos.
Fuente: Dr. Cormillot.com; Grupos de autoayuda, Esc. Nº 21, 17.30 hs. días martes.
El
Mundial Brasil 2014 tiene un nuevo record con Lionel Messi en Twitter.
Su gol ante Bosnia es el que más tuits ha generado en sólo un minuto,
según informó la red social. La Pulga desató aproximadamente unos 236
mil tuits en sólo un minuto, algo que no se había visto ni siquiera en
alguno de los goles del partido Holanda-España. Además, los hinchas
argentinos generaron un total de 6,4 millones de tuits durante todo el
partido en el debut de su selección, mostrando su pasión en la red
social.
Hace 60 años, en enero de 1954, la esposa del
entonces presidente Eisenhower bautizó el Nautilus, el primer submarino
nuclear de la historia. Y aunque muchos submarinos y naves de superficie
se llamaron así en distintas armadas, el nombre Nautilus remite
automáticamente al submarino más famoso de la literatura.
Por Claudio H. Sánchez
En
1870, cuando Julio Verne publicó 20.000 leguas de viaje submarino, no
había nada parecido al submarino Nautilus, con todo su lujo, velocidad y
autonomía. En realidad, los submarinos, tal como los conocemos ahora,
ni siquiera existían. Existía sí, el concepto de navegación submarina
que se remontaba, por lo menos, a la Grecia clásica y a las campanas de
buceo, descriptas por Aristóteles en el siglo III a.C.
Una campana de buceo consiste, esencialmente, en un recipiente
suficientemente grande como para albergar a una persona y que se sumerge
boca hacia abajo en el agua. El aire retenido dentro de la campana le
permite sobrevivir al ocupante que, con ventanas adecuadas, puede
inspeccionar el entorno. Umberto Eco describe una campana de buceo en su
novela La isla del día de antes, publicada en 1994.
Comienzan los submarinos
El submarino como
nave, como vehículo, es posterior a las campanas de buceo, pero muy
anterior a la novela de Julio Verne. Hacia 1620, el inventor holandés
Cornelius Drebbel construyó un submarino tripulado para la marina
inglesa. Se impulsaba a remo y podía llevar hasta dieciséis tripulantes.
Fue demostrado ante el rey Jacobo I pero no fue aprobado por las
autoridades y nunca participó en acciones militares. En 1775 el estadounidense David Bushell construyó otro submarino al
que llamó Tortuga. También tenía propulsión humana, pero no con remos
sino con una hélice impulsada a manivela. La Tortuga es considerada el
primer submarino militar y fue usada durante la guerra de independencia
de Estados Unidos. En 1776 se acercó bajo el agua a una nave británica
anclada en el puerto de Nueva York e hizo estallar una bomba de pólvora.
La explosión no produjo daños debido a que la nave enemiga tenía una
cubierta metálica en su casco. Pero la acción demostró la factibilidad
de la navegación submarina. El inglés Robert Fulton también experimentó con submarinos. A fines
del siglo XVIII construyó un submarino a hélice, accionado a manivela,
por encargo de Napoleón Bonaparte. Este submarino se llamó Nautilus. El
gobierno británico se interesó por la nave de Fulton en 1801 pero,
finalmente, rechazó el proyecto.
Los Ictíneos de Monturiol
Hubo muchos más
prototipos durante todo el siglo XIX, pero todos chocaban contra el
problema de la propulsión. La principal fuente motriz en ese tiempo era
la máquina de vapor que, con un hogar encendido para alimentar la
caldera, no podía funcionar bajo el agua sin agotar rápidamente todo el
oxígeno disponible. Entonces, en 1864, el catalán Narcís Monturiol tuvo una idea
ingeniosa: buscó reacciones exotérmicas que generaran suficiente calor
como para alimentar una caldera pero que, a diferencia de la combustión,
no consumieran oxígeno. Luego de analizar distintas opciones se decidió
por una reacción que involucraba magnesio, zinc, potasio y agua
oxigenada. Esta reacción tenía la ventaja adicional de que liberaba una
cierta cantidad de oxígeno, que podía usarse para renovar el aire de la
nave. Monturiol, que ya había creado un submarino propulsado a manivela,
el Ictíneo I, construyó una máquina de vapor cuya caldera era calentada
por esta reacción. La máquina fue instalada en un submarino más grande,
el Ictíneo II, que fue botado en el puerto de Barcelona en 1865. Aunque
las pruebas fueron exitosas, Monturiol tuvo problemas financieros y el
Ictíneo II fue vendido como chatarra en 1868.
Llega la electricidad
El problema de la
propulsión submarina se resolvió definitivamente hacia 1880, con el
perfeccionamiento del motor eléctrico. Los primeros submarinos
propulsados con electricidad fueron el Peral, desarrollado por el
militar español Isaac Peral en 1884, y el submarino francés Gymnote, en
el mismo año. En 1886 los ingleses también construyeron su submarino
eléctrico al que llamaron Nautilus, no en homenaje a Julio Verne sino al
prototipo de Robert Fulton de principios del siglo XIX. Luego de la 2ª Guerra Mundial comenzaron los experimentos con naves
propulsadas por energía nuclear. En 1951 la armada de Estados Unidos
autorizó la construcción de su primer submarino nuclear. Realizó su
primer viaje en 1955 y tres años más tarde alcanzó la fama al navegar
bajo el hielo del Polo Norte.
Nautilus vs. Nautilus
Con todo lo que
progresó la navegación submarina desde sus inicios, aún hoy hay un rubro
en el que el Nautilus imaginado por Julio Verne sigue siendo
insuperable: el espacio interior. Tal como se describe en la novela, el Nautilus de Verne tenía
habitaciones amplias y cómodas. En la versión cinematográfica de Walt
Disney, la sala donde el capitán Nemo toca el órgano tiene las
dimensiones de una catedral. Por el contrario, y tal como podemos ver en
las películas de guerra, los submarinos reales tienen salas reducidas y
pasillos estrechos. Los tripulantes se rotan en el uso de las camas y,
cuando se cruzan en un pasillo, deben ponerse de perfil para poder
pasar. Todo el espacio parece estar lleno de cañerías y mecanismos. Esto no tiene que ver con el hecho de que los submarinos sean naves
militares, carentes de todo lujo. Muchas naves de guerra de superficie
tienen camarotes privados para los oficiales y hasta salas de juego. La
razón por la que el espacio interior es tan reducido en un submarino es
estrictamente física, y tiene que ver con el hecho de que no es fácil
mantener sumergido un vehículo tripulado. Imaginemos un submarino de las características de una camioneta tipo
van. Sus dimensiones serían, aproximadamente, cuatro metros de largo,
dos metros de ancho y un metro y medio de alto. Eso representa un
volumen de 4 x 2 x 1,5 = 12 metros cúbicos. Tal como enseña el principio
de Arquímedes, sumergido completamente en agua recibiría un empuje
igual al peso de doce metros cúbicos de agua: doce toneladas. Pero un
vehículo de esas características pesaría escasamente dos toneladas. Para
que pueda mantenerse sumergido habría que agregarle un lastre de diez
toneladas. La única forma de encontrar lugar para ese lastre (formado,
en realidad, por equipos, suministros y tripulación) es reduciendo al
máximo el espacio interior. Por supuesto, podría obtenerse lastre
adicional cargando masas de plomo en cantidad suficiente. Pero sería muy
antieconómico. Los submarinos seguirán perfeccionándose. Hoy existen no sólo
submarinos militares de gran capacidad y poder, sino también pequeños
submarinos para uso personal y turístico. Pero, mientras rija el
principio de Arquímedes, el lujo que Julio Verne puso en su Nautilus
estará más allá del alcance de la física.
REPLICA DEL ICTINEO I, PRESENTE EN EL MUSEO MARITIMO DE BARCELONA.
Lo diré así: La Verdad y las Formas Jurídicas -Las cinco conferencias deMichel Foucault en Brasil 1973- es texto de reflexión permanente para mí, a cuatro décadas de su produccion, tan valioso se me ha hecho. Para el título de este post, recurrimos a las líneas de Antonio Machado, cantadas por Joan Manuel Serrat.
La vitalidad de los textos de Foucault para
interrogar al presente –potenciada en los últimos años con la edición de
trabajos inéditos como ¿Qué es usted, profesor Foucault?, La inquietud
por la verdad y El poder, una bestia magnífica– impone una lectura
siempre alerta mientras admite a su vez la elección del “Foucault
propio”. Aquí, algunos fragmentos sobre el modo de filosofar
foucaultiano, una guía que subraya gestos y estilos, preguntas eje y
modos de preguntar. Una aproximación a la contradictoria, celebrante y
abierta “matriz Foucault”.
Por Edgardo Castro*
El
lunes 25 de junio de 1984, luego de tres semanas de hospitalización,
fallecía en París Michel Foucault. Veinte años más tarde, en un
reportaje publicado en Libération, Daniel Defert relataba brevemente los
acontecimientos: un domingo a la tarde Foucault sufre un desmayo en su
casa. Tras la intervención de su hermano médico, es internado no lejos
de su domicilio. El hospital del barrio trató por todos los medios de no
hacerse cargo de un enfermo tan conocido y molesto, se buscó no
trasladarlo a una institución explícitamente vinculada con el sida, como
el Hospital Claude Bernard. Finalmente es derivado a la Salpêtrière,
adonde llegaron el día de Pentecostés. Según las palabras textuales de
Daniel Defert, “nos esperaban por la tarde, llegamos antes del mediodía.
[...] Michel estaba extremadamente fatigado, ya no se alimentaba,
estaba agotado. Nos quedamos arrinconados en un pasillo. Nos dicen: ‘El
cuarto no está preparado, los esperábamos por la tarde’. Fue necesario
reclamar una silla, luego un plato de comida. Yo no me reponía de tantas
desatenciones. Me hacen notar que ni siquiera estaba registrado. Me
dirijo a la recepción. [...] Poco después escucho a un médico interrogar
a una enfermera: ‘¿Se desinfectó el cuarto?’ Creo escuchar que la
respuesta fue negativa, que no tuvieron tiempo. Dos días después Michel
tiene una infección pulmonar. En el servicio circula la hipótesis de que
habría podido infectarse en el hospital. [...] Yo comienzo a descubrir
todo el juego de relaciones de poder en un servicio de hospital y todo
el juego de relaciones de verdad. [...] Violentamente descubro la
realidad del sida: fingir lo socialmente impensable. Descubro esta
especie de miedo social que había ocultado toda relación de verdad”.
Preguntas guía
A treinta años de distancia, la
imagen intelectual de Foucault ha cambiado notablemente. Basta con
tener presente que, en el momento de su muerte, sus libros sumaban unas
tres mil páginas y que hoy esa cifra se ha triplicado, teniendo en
cuenta la compilación de sus artículos, conferencias e intervenciones,
publicadas en francés en 1994 como Dits et écrits (que reúne un material
no inédito pero sí esparcido y no siempre de fácil acceso), y la
edición de sus cursos en el Collège de France. Quedan todavía unas
cuarenta mil hojas (apuntes, borradores, algún libro sin publicar, etc.)
y una serie de casi 40 cuadernos que constituyen, la mayor parte de
ellos, una especie de diario intelectual, registro de sus lecturas y
observaciones. Todo este material, del que no se pueden ofrecer cifras
exactas hasta que sea exhaustivamente inventariado, conforma el Fonds
Michel Foucault recientemente adquirido por la Bibliothèque National de
France. Resulta difícil –quizás haya que decir imposible– recorrer en pocas
líneas las dimensiones del archivo Foucault. Entre otras razones, por la
pluralidad de temas, análisis desplegados y problemas afrontados. Para
mencionar sólo algunos de los más relevantes: ¿cómo, en la Modernidad,
desde el momento en el que el gran encierro de los siglo XVII y XVIII
dio paso al asilo psiquiátrico, la locura terminó convirtiéndose en
enfermedad mental? ¿En qué modo la muerte o, con mayor precisión, el
momento de la muerte, la temporalidad del cadáver, se volvió, para el
hombre, la condición de posibilidad del conocimiento de la vida? ¿De qué
modo también la literatura se ocupa de ese hombre del que sólo se puede
hablar a partir de sus experiencias-límite? ¿Cuál ha sido la
configuración filosófica que ha dado origen a las ciencias humanas?
¿Cómo pensar el estatuto de los cuerpos en la época del capitalismo, de
las disciplinas y del gobierno de la vida biológica de la población?
¿Qué sentido tiene la política cuando el Estado ha sido subordinado al
mercado, al modelo empresarial o al partido? ¿Por qué decimos, con tanta
insistencia, hablando de nuestra sexualidad, que somos unos reprimidos y
cómo sucedió que, con no menor insistencia, debamos preguntarle a Edipo
para saber quiénes somos? ¿De qué modo la vida se expone en el lenguaje
a través del dispositivo de la confesión o del hablar libre y franco?
Ni saber ni poder
Ciertamente, en el recorrido
intelectual de Foucault ha habido no pocos desplazamientos, giros,
cambios, reformulaciones: se introducen nuevos temas, los ya estudiados
son abordados desde nuevas perspectivas, se formulan nuevas hipótesis,
se establece una relación crítica con los trabajos precedentes, etc.
Pero estos desplazamientos, en el pensamiento de Foucault, no son
rupturas sino torsiones, movimientos en torno de un eje. A veces es
posible encontrar un punto diametralmente opuesto a otro, pero lo
importante es el eje de estos desplazamientos y el modo en que surge la
posibilidad de llevarlos a cabo. A nuestro modo de ver, este eje no está
representado ni por el saber ni por el poder ni por el sujeto, sino por
la manera en que ellos se correlacionan. Para acceder a este eje,
Foucault ha tenido que hacer perder a cada una de estas nociones el
carácter sustancial que frecuentemente se les atribuía. Por esta razón,
en su último curso en el Collège de France, Foucault ya no habla del
saber sino de los modos de veridicción, no habla del poder sino de las
técnicas de gubernamentalidad, y tampoco habla propiamente del sujeto
sino de las prácticas de sí. En esa inmensa cantera de los escritos foucaultianos nos
encontramos, en definitiva, con la descripción de las condiciones que
hacen que determinados discursos puedan ser tenidos por verdaderos (los
llamados saberes psi, por ejemplo: psiquiatría, psicología,
psicoanálisis, etc.), de las formas en que se conducen las conductas de
los hombres (por ejemplo, en el poder pastoral o en la época del
liberalismo) y de la manera en la que establecemos con nosotros mismos
esa relación que nos constituye como sujetos (de deseo, del hablar libre
y franco, etc.).
Gestos F
En la filosofía, a diferencia de
otras disciplinas, hay gestos y hay estilos. Gestos que definen el punto
de partida, como en Descartes, que decide partir de sí mismo, de la
evidencia de su propio pensamiento. Estilos que caracterizan los modos
de proceder, como en Spinoza, que se propone deducir de manera
geométrica los contenidos de una ética. Una serie de relatos definen el gesto típico de la filosofía
foucaultiana: la nave de los locos, el gran encierro de los siglos XVII y
XVIII, Las Meninas de Velázquez, el suplicio de Damiens, el reglamento
de una casa de detención de jóvenes en el París del siglo XIX, las
escenas de la curación del rey Jorge III, los peritajes psiquiátricos,
un caso de hermafroditismo, la ducha fría que el Dr. Leuret inflige a
uno de sus pacientes para que confiese estar loco, etc. A partir de
estos relatos, Foucault convierte en temas filosóficos a los locos, a
los presos, a los homosexuales y, de este modo, no sólo a la razón, a la
ley y a la normalidad, sino también a la locura, a la ilegalidad y a la
anormalidad. O, mejor, a través de esos relatos, Foucault se sitúa en
el límite a partir del cual cada uno de estos conceptos adquiere la
fisonomía que cada época le atribuye. En cuanto al estilo, nada lo
define mejor que esa erudición que, sin abandonar los textos clásicos,
se sumerge en los archivos olvidados, polvorientos, aparentemente
insignificantes, para volver luego sobre esos grandes textos y autores y
convertir su lectura en actualidad. Anclado en la erudición, no sólo de
paso por ella, en el estilo de Foucault no hay lugar ni para la
nostalgia por una época de oro irremediablemente perdida ni para la
profecía de una utopía que nunca abandona la lista de las promesas. No
encontramos en los escritos de Foucault reflexiones acerca de lo debería
haber sido si la historia no fuese la historia de una decadencia, o de
lo que algún día será, cuando se cumpla en la historia su inevitable
destino. La tarea de la filosofía, afirma Foucault, es “explicar lo que
es el hoy y lo que somos hoy, pero sin que nos golpeemos el pecho
teatralmente mientras decimos que éste es el momento de la perdición o
el amanecer de una nueva era. No, es un día como cualquier otro, o mejor
aún, es un día como ningún otro”. En esa inmensa cantera del archivo Foucault nos encontramos sobre
todo con una interrogación que ha sido, desde el inicio hasta el final,
el motor del pensamiento foucaultiano: ¿quiénes somos?, ¿cómo hemos
llegado a serlo?, ¿cómo podemos pensar y vivir de manera diferente?
Quizá como ninguna otra, la frase del poeta René Char, de Furor y
misterio, que Foucault eligió para la contratapa de la edición francesa
de sus dos últimos libros publicados en vida, sea la que mejor expresa
el sentido de todos sus trabajos: “La historia de los hombres es la
larga sucesión de los sinónimos de un mismo vocablo. Contradecir esto es
un deber”.
*Filósofo, investigador, autor de Introducción a Foucault (Ed. Siglo XXI, 2014) y Diccionario Foucault (Ed. Siglo XXI, 2011)
Miguel de Unamuno, a pesar de su visión trágica de la
vida, lo definió como "el mito alegre del alma porteña". Enrico Caruso,
el más popular representante y uno de los mejores intérpretes del Bel
Canto del siglo XX, le dijo personalmente que aparte de la voz, él tenía
"un don inconfundible, dicción purísima, clara, perfecta" y que podría
ser el mejor barítono del mundo. "Este muchacho pinta el dolor callado
de la madre que sufre, con una emoción tal que conmueve de verdad" acotó
José Ortega y Gasset. Juan Manuel Serrat, añadió por su lado que es
"gardeliano auténtico dede que mi padre me habló de él" y además posee
todos los discos del Zorzal en casi todos los formatos. "Jamás escuché
una voz más hermosa", confesó Bing Crosby. "Salvo Gardel, nadie ha
poseído a la ciudad", sostuvo Florencio Escardó. El gran Charles
Chaplin, al enterarse de la muerte del cantor en el accidente de
aviación en Medellín, dijo conmovido: "Con Gardel pierdo a uno de mis
más simpáticos amigos, y que sepan que los países sudamericanos no
tenían mejor representante entre nosotros".
Esas son apenas
algunas opiniones de las miles que han vertido en libros, reportajes,
programas radiales o televisivos, escenarios y mil etcéteras,
celebridades de varias generaciones y de todo el planeta, sobre Carlos
Gardel, el cantor argentino por excelencia, cuya muerte tuvo lugar el 24
de junio de 1935. Es, quizás, una de las voces más expresivas de la
larga historia de la música, con el añadido que -con el porteñisimo
dicho "Cada día canta mejor"- no hace más que revalidar títulos año tras
año, desde el día en que ardió entre las llamas de un avión en un
aeropuerto colombiano. Fue admirado en los cenáculos aristocráticos y en
sórdidos arrabales y conventillos, con su muerte cerraron los teatros y
los cines de la Argentina y de varias ciudades de América. Gardel, sin
ni siquiera desearlo, logró que todo el mundo coincidiera en algo, lo
que es fenomenal desde cualquier punto de vista. Y "todo el mundo"
incluye a quienes no les gusta el tango. Su voz está más allá de las
fronteras.
Aunque ya no hay dudas que nació en Francia y que
vino de bebé a la Argentina; aunque ya nadie en su sano deber
intelectual puede inventarle otro lugar de nacimiento; lo que no puede
negarse es que su nombre y el de nuestro país son inseparables. Puede
haber llegado al mundo en Toulouse, pero nunca cantó "Mi Paris querido"
ni "Mi Montevideo querido". Cantó -y era uno de sus temas preferidos-
"Mi Buenos Aires querida", "Buenos Aires", "Canción de Buenos Aires" y
decenas más para rubricar su "verdadera" nacionalidad. Este es un
misterio que no existe. Cuando murió Elvis Presley fue tan terrible que
tuvo que crearse la leyenda que aún vive, sea en Memphis o en cualquier
lado. Lo mismo sucedió con Carlos Gardel: durante años se dijo que vivía
con el rostro quemado en un perdido pueblo colombiano.
Pero más
allá de dónde estudió, si tuvo muchas o pocas mujeres, si se tiroteó
con unos mafiosos, si estuvo preso, etcétera, lo real es que no existe
cantor popular, en ninguna época ni geografía, que haya inspirado un
número tan espectacular de libros. Sólo hay algo que está más allá de
cualquier contingencia biográfica: su voz única, su entonación impar, su
genio artístico. Ese gran artista a quien se le puede atribuir sin
miedo a exagerar el mote de genio (hoy tan devaluado), que frecuentaba
con igual naturalidad el Abasto pobre y las luminarias del cine de los
Estados Unidos, representa lo mejor de los argentinos. No es casual que
otro de los dichos que lo involucra sea para definir al mejor en
cualquier disciplina con el sencillo, simple, riguroso e inevitable: "Es
Gardel".
Y elegí “Silencio” para este aniversario. Enlazaron vivencia y creación. La crónica recoge que crearon este tango recorriendo el cementerio donde reposaban los cinco héroes.
“Silencio” fue escrito (letra y música) por Alfredo Le Pera, Carlos Gardel y Horacio Pettorossi;
está ambientado en la Gran Guerra europea (1914-1918) y se basa en un
hecho real que le ocurrió a la viuda del que fuera presidente de
Francia, Paul Doumer, cuyos cinco hijos murieron en la guerra: …”Un
clarín se oye, peligra la patria, / y al grito de ¡GUERRA! los hombres
se matan / cubriendo de sangre los campos de Francia /… Y la
viejecita, de canas muy blancas / se quedó muy sola con cinco medallas, /
que por cinco héroes la premió la Patria”… de http://argentinatango.es/El-tango-en-Paris.-2--Silencio-en-la-noche.-Cesar-Tamborini-Duca/394
Silencio en la noche. Ya todo está en calma. El músculo duerme. La ambición descansa.
Meciendo una cuna, una madre canta un canto querido que llega hasta el alma, porque en esa cuna, está su esperanza.
Eran cinco hermanos. Ella era una santa. Eran cinco besos que cada mañana rozaban muy tiernos las hebras de plata de esa viejecita de canas muy blancas. Eran cinco hijos que al taller marchaban.
Silencio en la noche. Ya todo está en calma. El músculo duerme, la ambición trabaja.
Un clarín se oye. Peligra la Patria. Y al grito de guerra los hombres se matan cubriendo de sangre los campos de Francia.
Hoy todo ha pasado. Renacen las plantas. Un himno a la vida los arados cantan. Y la viejecita de canas muy blancas se quedó muy sola, con cinco medallas que por cinco héroes la premió la Patria.
Silencio en la noche. Ya todo está en calma. El músculo duerme, la ambición descansa...
Un coro lejano de madres que cantan mecen en sus cunas, nuevas esperanzas. Silencio en la noche. Silencio en las almas...
Aunque las que llegaron después - entre ellas la
Segunda, más extendida, con más de 50 millones de muertos y dos bombas
nucleares- la Primera Guerra Mundial sigue siendo denominada como "La
Gran Guerra". Lamentablemente hoy sobran motivos para decir que ese
tremendo conflicto bélico que se desarrolló entre julio de 1914 y
noviembre de 1918, no fue -y es terrible siquiera imaginarlo- el más
importante. Figura quinto entre los diez más mortíferos, con más de
nueve millones de combatientes caídos en suelo europeo. El choque entre
los países de la Triple Alianza (Francia, Inglaterra, Rusia) contra los
de la Triple Entente (Alemania, Italia, Imperio Austro-Húngaro) tuvo,
eso sí, una importancia capital en el cambio del mapa político de la era
moderna, incluyendo las revoluciones que se desencadenaron durante y a
consecuencia de ella. Hay que añadir que a ambos bandos se le sumaron
otras naciones con el correr de la guerra.
De ese acontecimiento
terrible han quedado millones de fotografías y fragmentos fílmicos, es
decir de dos artes que en esa época aún se encontraban en pañales.
Quienes tengan cierta afinidad con la foto y la historia de los
conflictos bélicos, saben mejor que nadie que la Gran Guerra es
conocida, especialmente, por el blanco y negro. Sin embargo, en 1903,
los hermanos Lumiére (que además inventaron el cine) habían creado una
técnica basada en la placa autocroma para tomar imágenes en color. De
hecho, fue el único método disponible hasta 1935. Durante algunas de las
batallas de la Gran Guerra, el ejército francés pidió que se tomaran
fotos con ese procedimiento. No fueron muchas, pero sí bastantes.
Cuando
recién había pasado uno de los cuatro años del conflicto, fue publicada
la primera colección de fotos autochrome de Jules Gervais-
Courtellemont, tomadas en la batalla del Marne. Poco después, fue Verdún
el escenario que dio otra colección de fotos en color. El alemán Hans
Hildebrand, corresponsal de guerra germano, fue uno de los pocos en
publicar en su país imágenes de este tipo, es decir no coloreadas, sino
tomadas directamente en varias tonalidades. Muchas de esas piezas
sobrevivieron el paso de los años y ahora que se cumple un centenario
del comienzo de aquella hecatombe vuelven a salir a la luz.
Precisamente
en ese marco, la Universidad Nacional de Tres de Febrero acaba de
inaugurar la muestra "La Gran Guerra en color. Fotografías", organizada
por la Galerie Bilderwelt de Berlín y el Centro Cultural Borges, con la
curaduría de Reinhard Schultz y Blanca María Monzón. La exposición,
precisamente, da a conocer obras de León Gimpel, Jules Gervais-
Courtellemont, Hans Hildebrand, entre otros. Son un centenar de imágenes
que se presentan por primera vez en la Argentina. No sólo aquí, sino en
el imaginario colectivo, aquella fue "una guerra en blanco y negro".
Las limitaciones económicas impidieron difundirlas en aquella lejana
época y luego otras contiendas dejaron en el pasado la de 1914-1918. La
muestra puede visitarse hasta el 27 de julio en el Centro Cultural
Borges (San Martín y Viamonte) y es una experiencia que combina la
técnica, el arte y la tragedia.
“Todo es Cultura” y una entrevista al guitarrero emblema del Bragado
de boliches y salones: Félix Maldonado, quien nos recuerda su
trayectoria y muy especialmente aquel acompañamiento al más gardeliano
de nuestros cantores: Bebo Cabal…
En el filo de su trayectoria terrena, el gran Bebo, el personaje
entrañable de nuestra Ciudad, nos brindó sus últimas canciones
presentado por otro arquetipo de la noche tanguera: “Pajarito” Larralde.
La entrevista es realizada por Jorge Blanco, Juan Luján Caputo, Victor
Giannoni, Silvia Sosa y nos acompaña en la cámara y edición Pablo
Pradás.
“Todo es Cultura”: se emitió ayer y se reiterará hoy viernes al finalizar CVN 2º EDICIÓN.
En los últimos años, los padres primerizos calmaron sus dudas acerca de cómo criar a sus hijos con respuestas
que provienen de distintas teorías, métodos y técnicas, a veces sin
demasiada comprobación. ¿Hay que darle de comer cada vez que el bebe lo
demanda o conviene organizar una rutina con horarios? ¿Hay que alzarlo
cuando llora o es mejor que aprenda a esperar?
Las librerías son
un fiel reflejo de esa búsqueda: por lo menos 500 títulos prometen
revelar los secretos de una crianza perfecta. Y siempre están los
consejos que aportan a voluntad amigos y familiares sobre la mejor forma
de dormir, alimentar o calmar al bebe con recetas propias o ajenas.
En
ese contexto, la teoría del apego (propone no escatimar respuestas a
cada pedido o necesidad del bebe) suma evidencia en su favor. "Hoy
podemos responder científicamente a muchas de las preguntas que se hacen
los padres, sobre todo los primerizos. La teoría del apego es la más
sólida, sobre todo en los temas de desarrollo infantil", afirma la
doctora en psicología Inés Di Bártolo, profesora de la Universidad
Católica Argentina (UCA).
El apego -que tuvo y tiene sus
detractores- acumula años de experimentos sobre el efecto que tienen
distintos estilos de crianza durante una inmensa ventana de oportunidad:
el primer año de vida. Tantos años de resultados se extienden ya entre
generaciones y esa información empieza a desafiar prejuicios culturales.
"Aquellos
bebes cuyas madres están más pendientes de ellos y les responden
enseguida, lejos de volverse malcriados y dependientes, se vuelven más
independientes, autónomos y seguros de sus recursos personales -indica
Di Bártolo a modo de resumen-. Por eso, mi consejo a las madres es que
nunca duden en alzar a un bebe que se lo pida."
El apego se define
como un vínculo emocional que se forma entre dos personas, que no es
exclusivo de la madre y el bebe, y es distinto de otros vínculos
emocionales. "Está impulsado biológicamente y tiene una característica
única: mantener y restablecer el equilibrio emocional. Sin esta
regulación emocional, no se pueden llevar a cabo una serie de
actividades psíquicas, como la exploración o el crecimiento -aclara Di
Bártolo-. Todo lo que un bebe pueda llegar a conocer, a explorar,
depende de esa regulación emocional."
Eso sucede, como explica
enseguida, porque los bebes nacen sin la capacidad de autorregularse.
Cuando la mamá, el papá o los abuelos alzan al bebe cuando lo pide, o
juegan cuando quiere jugar, están construyendo esa capacidad si van
descifrando qué necesita el bebe. "Lo que se pasa haciendo una mamá y un
papá con un bebe chiquito es regularlo: el bebe llora y ellos tienen
que calmarlo, pero buscando saber qué le pasa, sobre todo guiados por
algo básico como «entrar en sintonía» a través de la empatía."
Esa
sintonía emocional no sería tan abstracta. Di Bártolo cuenta que
estudios por neuroimágenes detectaron que hay áreas del cerebro que se
activan cuando interactúan bebes y adultos que están construyendo ese
vínculo.
Desde los años 70, un experimento clásico de la teoría
del apego refuerza la idea de que el sentimiento de seguridad,
independencia y autonomía en la vida depende de esa regulación emocional
inicial.
En la llamada prueba de la situación extraña, que dura
alrededor de 20 minutos y figura entre los cinco experimentos más
importantes en psicología del siglo XX, los evaluadores observan a
través de un espejo el comportamiento de chicos de un año en una
habitación llena de juguetes, desconocida y acompañados de la figura de
apego, que suele ser la madre.
Durante el experimento, la madre
sale del cuarto dos veces, dos minutos cada vez. "Lo más interesante de
la prueba no es cómo se separan, sino cómo se reúnen", aclara Di
Bártolo. Y no todos reaccionan igual. "La mitad de los chicos quiere que
la mamá los alce, se abrazan a ella, pero rápidamente se calman y piden
que los bajen para volver a jugar -explica-. En esos chicos, el apego
es seguro. Cuando crecen, son simpáticos y empáticos. Ayudan a los demás
y son más resistentes a las situaciones de estrés."
Pero la otra
mitad reacciona de tres maneras bien definidas: son indiferentes y se
distraen fácilmente (evitativos), son inconsolables y no quieren volver a
jugar (ambivalentes) o se alejan o tienen otras conductas extrañas para
la situación (desorganizados).
En todos esos casos, se habla de que existe un apego inseguro, según detalla Di Bártolo, ahora a modo de resumen de El apego y la intersubjetividad,
un libro que acaba de terminar. Allí, en más de 250 páginas, describe
la historia de todos estos experimentos, en muchos de ellos como
investigadora, y su aplicación en la práctica clínica.
Los
resultados sorprenden. Por ejemplo, revelan que un 80% de los chicos que
están institucionalizados o que son víctimas de maltrato y abandono son
inseguros desorganizados. En la población general infantil, esa
proporción no supera el 15 por ciento.
En la prueba, todas las
madres se comportan igual. Lo que varía es lo que hicieron los 12 meses
previos. "Las madres de los chicos con un apego seguro habían estado más
pendientes de las señales de su bebe (respondían rápido al llanto, la
demanda de ser alimentados o alzados y a sus sonrisas). Estaban
disponibles cuando los bebes parecían querer estar con ellas", dice Di
Bártolo.
Los estudios que se están realizando sobre los efectos
que tiene apego seguro al año de edad ya llegaron a grupos de
adolescentes y jóvenes de hasta 20 años de edad y, también, entre varias
generaciones.
"En el primer año, no hay que pretender que el bebe
sea independiente, sino conocer sus señales y responderle -insiste Di
Bártolo-. Es ponerse en su lugar y tratar de entender lo que quiere: no
empezar a jugar si quiere dormir y no alimentarlo si quiere jugar,
además de compartir cuando muestra sus descubrimientos. Es como aprender
a hablar su idioma. Si uno le provee seguridad, será independiente
cuando crezca, se acostumbrará al jardín de infantes, resistirá mejor
los conflictos y se esforzará ante un desafío."
Para Flavia Tomaello, autora de un par de los títulos disponibles en las librerías, como Rutinas felices. Agenda para padres,
seguir estilos de crianza "sólo porque se ponen de moda" no es lo más
saludable para los hijos ni para los padres. "Creo en una paternidad más
reflexiva y participativa, donde uno pueda sumarse o no a la teoría del
apego, por ejemplo, si se coincide con lo que significa", opina la
autora.
"No hay exceso alguno en la cantidad de upa y de mimos que
uno puede entregar al hijo desde que nace", suele repetir la terapeuta y
escritora Laura Gutman, reconocida referente de la crianza con apego,
tema sobre el que ha vendido miles de ejemplares.
Un experimento reconocido
La prueba clásica del apego, entre las cinco más relevantes
La
denominada prueba de la situación extraña es un experimento clásico
para estudiar los principios y los efectos de la teoría del apego
En
estos 40 años, sus resultados suman evidencia de que el sentimiento de
seguridad, autonomía e independencia depende de la regulación emocional
en el primer año de vida. Esto ya se comprobó en grupos de hasta 20 años
de edad y entre generaciones
La prueba cuenta con un
reconocimiento especial: quienes estudian y trabajan con las teorías del
desarrollo la votaron como uno de los cinco experimentos más
importantes de la psicología del siglo pasado
Dura
aproximadamente 20 minutos y consiste en la observación, sin intervenir,
del comportamiento de chicos de un año con y sin la presencia de un
adulto (figura de apego), que generalmente suele ser la madre o la
persona cuyo vínculo desee estudiarse
A través de un vidrio
espejado, los investigadores observan el interior de una habitación con
juguetes. La madre entra y sale de la habitación dos veces
Los
investigadores evalúan no sólo cómo se separan la madre y el hijo, sino
también cómo reaccionan los chicos cuando se reencuentran después de dos
minutos de separación
La prueba revela dos tipos de apego, que
anticipan perfiles futuros: seguro o inseguro. El apego inseguro
provoca reacciones evitativas, ambivalentes o desorganizadas