ESCRITO EN EL CUERPO
Libros
El año pasado, Emilio García Wehbi realizó
una performance llamada 58 Indicios sobre el cuerpo en la que los
protagonistas se desnudaban durante tres horas y marcaban sus cuerpos
narrando su historia personal. Nora Lezano fotografió ese trabajo y en
ese encuentro surgió una afinidad: ambos, cada uno en su medio, miraban
el cuerpo desde una perspectiva crítica. Y el resultado de este
encuentro es Communitas, un libro que pone a dialogar cien retratos
desnudos de Nora Lezano –de más de cien modelos– con cien textos
escritos por Wehbi que analizan poética y críticamente el cuerpo como
manifestación diferenciada, única e irrepetible, como espacio de
resistencia.
Por Emilio García Wehbi
El
cuerpo es el campo de batalla donde se han librado todas las guerras.
Las de unos cuerpos contra otros, por razones de raza, sexo, cultura,
mercado, y la del cuerpo consigo mismo, por las mismas razones.
Podríamos hacer un recuento de la historia política del hombre si se
hiciese una historia del cuerpo, siguiendo el rastro de aquellos
primeros garabateados en las cuevas de Altamira, hasta estos
transgénicos que nos regalan los sorprendentes tiempos presentes. De
hecho, Foucault –entre muchos otros– lo hizo, enseñándonos que el cuerpo
es un mapa político en el que las relaciones de poder operan sobre él
de un modo directo o indirecto, pero siempre con la voluntad de
disciplinarlo, normativizarlo, reprimirlo. Las armas para el
sometimiento del cuerpo han sido tantas a lo largo de la historia que
sería extenuante mencionarlas, pero basta con pensar acerca de las
estrategias que, por ejemplo, las religiones –todas sin excepción– han
utilizado para domesticar a los hombres a través de la pluma, la palabra
y el hierro, como para entender que el cuerpo es un territorio a ser
invadido, conquistado y colonizado con la misión de imponerle nociones
de cultura (buen gusto, estética, mercado, etc.) y así transformarlo en
un espacio ajeno a su propia subjetividad. De algún modo, se busca que
nuestro cuerpo no nos pertenezca, y somos invadidos –como en una
película de ciencia ficción o terror– por unos usurpadores de cuerpos
que en nombre de la moral o la belleza o la salud o la economía, van
delineando en él sus políticas de dominación. Finalmente terminamos
odiando nuestro propio cuerpo y buscamos modificarlo por medio de
intervenciones externas, tales como operaciones estéticas absurdas,
crueles dietas, o atuendos delirantes que, a modo de corsets
contemporáneos, lo que verdaderamente están modelando es nuestro
cerebro, nuestra libertad y nuestro deseo.
Pero también hay que decir que a lo largo del siglo XX y del XXI se
han desarrollado bolsones de resistencia a esta política de sometimiento
del cuerpo a la norma desde muchos campos sociales, y el arte, con
variadas estrategias, ha sido parte de ese gesto de liberación.Como artistas, Nora Lezano y yo hemos mirado el cuerpo a través de nuestros propios medios (fotografía y artes performativas, respectivamente) en una misma sintonía y desde una perspectiva crítica acerca de la domesticación de los mismos (incluso dentro del campo del arte). Y es debido a esta afinidad que nació como proyecto el libro Communitas, como una posibilidad de encuentro material en donde poder cruzar nuestras disciplinas en favor de un discurso estético sobre el cuerpo singularizado como espacio de resistencia.
CUANDO EL CUERPO SE LIBERA, LOS DIOSES SE QUEDAN SIN TRABAJO.
El proceso de trabajo fue dialéctico. Primero se escribió un prototexto que funcionaba como esqueleto mientras se organizaba en nuestras cabezas cómo sería la modalidad de las tomas fotográficas y la estructura de la escritura. Desde un comienzo decidimos, para despegar esta experiencia de la performance, doblar la apuesta y llevar el número de retratos y textos a cien, entendiendo que esa cantidad pudiese representar simbólicamente a una comunidad. Diez eran pocos, doce también, cincuenta menos que el número de Nancy... La opción siguiente era saltar a la centena. Y a partir de esa decisión numérica pusimos en marcha un aparato colectivo práctico y amoroso compuesto por un equipo de amigos y colaboradores que han sido esenciales para la realización exitosa de este proyecto. Sin recursos financieros pero sí humanos (formados por un grupo de compañeros que prestaron sus cuerpos, sus tiempos y materiales), nos pusimos a concretar la propuesta. Al principio se hizo una invitación a los performers de 58 Indicios sobre el cuerpo, que cubrió casi el cincuenta por ciento del cupo, para luego completarlo haciendo una convocatoria semiabierta en la que buscábamos específicamente sumar cuerpos con características fisonómicas y biológicas amplias en términos etarios, raciales y de género. Así llegamos a tener 113 modelos, que son los que hoy aparecen en los cien retratos publicado en el libro. Las sesiones fotográficas fueron dos consecutivas de doce horas corridas cada una en un estudio generosamente prestado para la ocasión, con una cámara también generosamente prestada –Nora quería resaltar algunas cualidades fotográficas: cierta crudeza, cierta verdad en las marcas de los cuerpos, en los trazos de vida que se imprimen en ellos– en las que, en plazos que iban entre los cinco y los quince minutos, entraban muchachos, viejas, niños, parejas, flacos, morenas, rubios, altos, etc., se quitaban la bata, marcaban su “cicatriz” con barro, y se dejaban acariciar por el ojo mecánico de la fotógrafa. Esas sesiones fueron una fiesta de los sentidos, una alegría por los cuerpos compartidos, por el proyecto compartido.
RETRATO DE LOS AUTORES PARA LA SOLAPA DEL LIBRO.
Y éste a la vez es el secreto del libro, que se expresa en su título Communitas: la idea de comunidad –en este caso, una compuesta por más de cien cuerpos– que responde a ese término de la antropología acuñado por Victor Turner, pero más específicamente al modo en que el filósofo italiano Roberto Esposito desarrolla, tuneando el concepto a partir de su mirada ética: la comunidad no se establece por iguales (una misma raza, una misma lengua, una misma bandera no necesariamente construyen comunidad), sino por la diferencia. Sólo podrá haber comunidad, dice Esposito –utilizando el concepto de sustracción, de deuda–, cuando la diferencia sea la que domine, cuando reconozcamos en la singularidad del otro nuestra propia carencia, cuando seamos conscientes de que la otredad nos iguala, nos hace semejantes porque somos singulares, diferentes, únicos, irrepetibles (y me permito agregar, hermosos, ateos y materialistas), construyendo una comunidad de diferentes comprometidos por el valor común de la diferencia. Con esta madera se construye la democracia; lo otro es masa, falsa igualdad, normativa disciplinaria de semejanza forzada, peligrosos principios del fascismo.
Y para rematar, como fruto de esa comunidad de afinidades y diferencias electivas y afectivas, se suma el regalo de la escritura del prólogo del libro a cargo de Gabo Ferro, que complementa, pone en perspectiva, comenta y amplía las posibilidades de este trabajo a través de un texto exquisito de un artista y amigo que comulga en un ciento por ciento con la voluntad de este libro: la de entender que sólo seremos libres cuando nos reconozcamos semejantes en el espejo de la otredad, de la diferencia.
Communitas, de Emilio García Wehbi y Nora Lezano
(Editorial Planeta), 2015, se presenta el miércoles 4 de febrero a las
21 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415) con entrada libre.
Las fotos han sido retocadas; en el libro se pueden ver las originales.
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