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martes, 5 de agosto de 2014

I/V Abusos de pareja, 2 x 1: :Luciana Salazar y Rocío Oliva


HACIA UN PROTOCOLO PARA VÍCTIMAS DE ABUSOS 

de
lanacion.com

Personajes.tv


 
Luli y Rocío, protagonistas de una fábula.  Foto: Archivo 
En tiempos antiguos, algunos relatos dramáticos que se transmitían de boca en boca llegaron a ser tan populares que se transformaron en fábulas y leyendas cuyo final incluía algún tipo de moraleja. Así surgieron cuentos como los de "Caperucita roja" (la inocencia y confianza versus lo malicioso), "El pastorcito y el lobo" (las consecuencias de las mentiras), o la leyenda guaraní de la flor del Irupé (que habla sobre la vanidad). Algunos otros relatos fueron protagonizados por animales; otros, basados en creencias religiosas, por seres mitológicos o dioses. Sea cual fuere su forma, todos estos géneros llevaban un mensaje acerca de los errores y vicios humanos. Luego, surgieron los adorados y populares folletines, que ya impresos, ponían en negro sobre blanco aventuras, en su mayoría del corazón, donde el drama daba lugar a algún mensaje acerca de cómo encarar situaciones tan terrenales como el amor.
Hoy en día hay un nuevo tipo de relato popular que viaja de boca en boca, pero que surge de la experiencia de personajes públicos que difunden sus desgracias por televisión y redes sociales. Ese relato es lo que solemos llamar, con un poco de picardía y malicia, la novela diaria de la pavada. Es indiscutible que hay historias que con el minuto a minuto se hacen tan adictivas que hasta atrapan a los que más odian el chisme de la farándula, pero que sin vacilar se ven inspirados en preguntar: "che, cómo siguió la historia de fulana y fulanito?". Y sí, finalmente son simples vivencias de seres que deambulan por la vida con sus carnes (más o menos firmes), huesos (más o menos jóvenes), odios, rencores y amores a cuestas como cualquiera y que sólo se diferencian del resto por tener "cámara". Sea por elección o por herencia.
Así como esas pavadas diarias atrapan a muchos, también confunden porque sus moralejas suelen ser ambiguas. Luciana Salazar y Rocío Oliva son las protagonistas de los últimos folletines más intrincados y tristes (por el nivel de exposición de ciertos temas) de la pantalla chica. Sí, a no negarlo.
El noviazgo entre Salazar y su ex pareja, el economista Martín Redrado , nunca se comunicó como una relación armónica. Ninguna lo es. Pero, más allá de los continuos enojos de la rubia con este hombre, lo que sí preocupó fue la denuncia que ella le hizo a través de Twitter al afirmar que él era "maltratador". Con el paso del tiempo y entrevistas varias, ese dato de la personalidad del político y economista fue desvirtuándose y desapareciendo de sus dichos. Más tarde, entre lágrimas contó a qué se refería: cuando fue con Redrado a ver a una médica que les ayudaría a tener un bebé, él le dijo a la especialista: "vengo obligado". La violencia tiene muchas expresiones. Y las experiencias personales, muchas interpretaciones. No obstante, esta semana en una revista, la rubia afirma que le dará una "nueva oportunidad", pedida por él y al parecer, deseada por ella.
Algo similar ocurrió con Rocío Oliva, pero en diferentes circunstancias y con un final que avizora una detención en Dubai. En medio de la denuncia que le hizo su ex, Diego Maradona , en la que la culpaba de haberle robado millones, la joven lo acusó de haberla golpeado y mostró unas fotos como prueba. Esa denuncia con el tiempo se diluyó en un viaje a Brasil en el que Rocío se reencontró con él y en el que se habrían dicho un "te amo" . Hoy, como prosigue la causa en su contra, y luego de su detención tras su segundo viaje al país vecino para ver a su amado, ella se muestra como una inocente joven que fue engañada en su buena fe.
Seguramente, el capítulo en el que éstas heroínas realizaron denuncias contra sus amantes habrá hecho sonar alarmas internas en otras mujeres que han sufrido y sufren la violencia por parte de sus parejas, así como en quienes tienen conciencia de la gravedad del tema de la violencia (se llame de género o violencia a secas).
Para describir esa gravedad, basta hacer referencia al informe de la Asociación Civil Casa del Encuentro que indica que en 2013 hubo 295 femicidios en todo el país, es decir, que una mujer fue asesinada cada 30 horas (186 en manos de sus parejas). Un porcentaje mayor e incluso silente corresponde a mujeres que sufren diariamente hechos violentos (contra su cuerpo o su psiquis) y no se animan a consultar con un profesional o a hacer una denuncia.
Juzgar a estas heroínas de la pavada diaria, Salazar y Oliva, por volver a elegir a los galanes que las hicieron sufrir es ponerse en el lugar de los dioses del Olimpo y sólo somos meros seguidores de folletines que vemos o vivimos nosotros mismos todos los días. La humanidad es humana, suele ceder ante lo carnal, lo económico y lo sentimental. Decir que sus denuncias, si no fueron ciertas fueron irresponsables, no es descabellado. Decir que, de ser así, desvirtúan el trabajo y la lucha de profesionales y de víctimas de violencia, tampoco. Más teniendo en cuenta que son personas públicas y sus dichos encuentran rápido eco en cientos de medios. Incluso, Salazar y Oliva parecen desmerecer su propio sufrimiento.
¿Cuál será entonces la enseñanza que dejan estas tramas donde el drama, el odio, la venganza y el amor son protagonistas y que tocan temáticas tan delicadas como la violencia que impera en la sociedad? ¿Hay moraleja para estos nuevos relatos populares que pasan de boca en boca y son el sustento de la novela de la pavada diaria? ¿La conclusión de El pastorcito y el lobo, la de Caperucita roja …? ¿Cuál?.

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