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domingo, 6 de julio de 2014

La señora Klein: mujeres y psicoanálisis en el teatro

de
lanacion.com

Teatro

Mujeres y psicoanálisis

Por   | LA NACION

La señora Klein, de Nicholas Wright/ Traducción y adaptación: Ricardo Halac/ Intérpretes: María Leal, Fabiana García Lago y Laura López Moyano/ Diseño de maquillaje y peinados: César Rajoy/ Diseño de escenografía: Alberto Negrín/ Diseño de luces: Roberto Traferri/ Dirección: Eva Halac/ Duración: 90 minutos/ Sala: La Comedia.
Nuestra opinión: muy buena
Ninguna relación puede ser más difícil que la que existe entre padres e hijos. En La señora Klein, de Nicholas Wright, se plantea la relación entre dos mujeres, madre e hija, a las que se agrega una testigo, la discípula, quienes convertirán un momento de duelo por la pérdida de un ser querido en un enfrentamiento despiadado que delata el verdadero vínculo que existe entre ellas. Ese momento de debilidad es la excusa para que la hija quiebre su represión emocional y vuelque sobre su madre todo el resentimiento que viene acumulando desde la infancia y que no pudo superar a lo largo de los años.
La obra incluye referencias históricas que permiten, con mucha intensidad, instalar a los personajes con verosimilitud en su revelación de odios y rencores, con un texto que incluye observaciones clínicas y diagnósticos terapéuticos, matizados con un humor negro por momentos desgarrador, pero que ayuda a amortiguar las agresiones.
La acción transcurre en Londres, en 1934, en la casa de Melanie Klein, quien acaba de recibir la noticia de la muerte de su hijo Hans, suceso que provocará el enfrentamiento de la psicoanalista y su hija Melitta Schmideberg, ante la presencia de Paula Heimann, ambas también psicoanalistas.
Klein hizo importantes contribuciones sobre el desarrollo infantil desde la teoría psicoanalítica; según su aporte a la teoría de Freud, el desarrollo personal se concibe como un enriquecimiento de la personalidad que se logra en la superación de etapas tempranas del desarrollo (que pueden volver a surgir en la vida adulta) y de los conflictos que conllevan, como la ansiedad, la culpa, la envidia. El logro es alcanzar el equilibrio con el mundo psíquico interno y el mundo externo, y desarrollar la capacidad de disfrutar de las cosas. Cabe aclarar que en esta puesta la adaptación de Ricardo Halac beneficia al texto en tanto subraya la relación de las dos mujeres y logra que la atención del espectador se sostenga durante toda la obra. El resto es el mérito de la directora y las actrices.
Eva Halac diseña una puesta muy precisa, con la ayuda de una escenografía muy ajustada y atenta a las necesidades de la obra y el aporte de la iluminación que genera interesantes contrastes con valores dramáticos. El vestuario es impecable por su sobriedad y, al mismo tiempo, por su elegancia.
Lo más relevante es el crecimiento de Halac en la dirección actoral, sobre todo en la definición de estas mujeres, en las que se destaca la composición notable que realiza María Leal, con potencia y total verosimilitud. No se queda atrás Fabiana García Lago, con un trabajo minucioso en la elaboración del perfil neurótico de la hija, a la que se suma Laura López Moyano, con un proceso laboral que le permite crear a su personaje a partir de una ambigüedad muy elocuente..

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