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viernes, 12 de septiembre de 2014

Homenaje a Sarmiento, de Carlos Aguinaga

Carlos Aguinaga publica su homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, con amplia y variada información sobre el ilustre sanjuanino.

de carlosaguinaga.com.ar

Homenaje a Sarmiento


Deseo rendir un homenaje a un hombre que soñó una república y trabajó muy duro por conquistarla.
Domingo Faustino Sarmiento fue ante todo un hombre de su tiempo, pero con la vista puesta muy claramente en el futuro.
Fue escritor, sociólogo, estadista, periodista; pero por sobre todo, educador.
Un hombre con muchas facetas pero con una incansable vocación por trasformar la realidad que lo rodeaba. Siempre supo que la educación es el primer capital de un pueblo y la diferencia entre un simple paí­s y una verdadera nación.
Como estadista, Sarmiento fue Director del Departamento de Escuelas, Ministro de Gobierno del Presidente Mitre y Gobernador de San Juan. Luego asumió la Presidencia de la Nación, por el mandato 1868-1874. Más tarde, fue senador y Ministro de Interior durante el gobierno de Nicolás Avellaneda.
La educación fue una constante de su obra de gobierno, diseñó los instrumentos legales y administrativos para lograr ese objetivo. Cuando Sarmiento asumió la gobernación de San Juan dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que imponí­a la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, como fue el Colegio Preparatorio, y una escuela, destinada a la formación de maestras. Desde la presidencia siguió impulsando la educación fundando unas 800 escuelas.
Siendo Presidente de la Nación (1868-1874), la obra que desplegó en este sentido fue descomunal: multiplicó el número de alumnos en las escuelas (la cifra de educandos pasó de 30 mil a 100 mil), creó la primera institución dedicada a la formación de maestros (la Escuela Normal de Paraná), promocionó la práctica de la lectura, a través de la Ley de Bibliotecas Populares, que dio origen a 140 bibliotecas en todo el paí­s, e impulsó la creación de escuelas en todas las geografías de la nación.
Su obra modernizadora como Presidente fue gigante. “El progreso -escribirá- marcha a su paso natural, rápido, donde encuentra terreno preparado, lento donde no halla libertad, inteligencia o capital, tres ingredientes de que se compone aquella droga.” Con esta idea, pregonó cambios y transformaciones que significaron reemplazos de valores, de metas y de estilos de vida, cambios que expuso claramente en Civilización y Barbarie. Imaginó un paí­s moderno y obró en consecuencia, con un apoyo decidido a la educación, la ciencia y el trabajo, pilares de una nación fuerte: fundó el Observatorio Astronómico de Córdoba, la Facultad de Ciencias Fí­sicas y la Academia de Ciencias de esa provincia. Ordenó realizar el Primer Censo Nacional de Personas, instrumento de gobierno y administración indispensable para determinar las reales necesidades de la población. En 1874, inauguró el primer servicio de cable transoceánico y amplió la red de ferrocarriles, interconectando distintas capitales de provincia, y promovió la inmigración extranjera, con políticas de colonización de vastas regiones del Interior.
Sarmiento aprendió en Estados Unidos la importancia de las comunicaciones en un paí­s extenso como el nuestro. Durante su gobierno se tendieron 5.000 kilómetros de cables telegráficos y en 1874, poco antes de dejar la presidencia, pudo inaugurar la primera lí­nea telegráfica con Europa. Modernizó el correo y se preocupó particularmente por la extensión de las lí­neas férreas.
Desde el gobierno, Sarmiento intentó concretar proyectos renovadores como la fundación de colonias de pequeños agricultores de Chivilcoy y Mercedes. La experiencia funcionó bien, pero cuando intentó extenderla se encontró con la cerrada oposición de los terratenientes nucleados en la Sociedad Rural Argentina que, le hizo saber a Sarmiento que los terratenientes consideraban “inconveniente implantar colonias como la de Chivilcoy donde ya estaba arraigada la industria ganadera”. Sarmiento se enojó mucho y declaró: “Nuestros hacendados no entienden jota del asunto, y prefieren hacerse un palacio en la Avenida Alvear que meterse en negocios que los llenarán de aflicciones. Quieren que nosotros que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luros, a los Duggans, a los Cano y los Leloir y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas. En este estado está la cuestión, y como las cámaras (del Congreso) están también formadas por ganaderos, veremos mañana la canción de siempre, el payar de la guitarra a la sombra del ombú de la Pampa y a la puerta del rancho de paja”.
Defensor y propulsor de la educación en 1875, Sarmiento asumió como Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Estaba convencido de la necesidad de propiciar por la educación primaria popular: “Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Todos los pueblos han tenido siempre doctores y sabios, sin ser civilizados por eso”.
Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación y logró la sanción de la Ley 1420, que estableció la enseñanza primaria, gratuita, obligatoria, y laica.
Fue también un gran escritor, sus obras completas suman 52 tomos. Entre ellas se destacan: Mi defensa, Civilización y Barbarie, Vida de Juan Facundo Quiroga, Viajes, Argirópolis, Recuerdos de Provincia, Campaña del Ejército Grande, Conflictos y armoní­as de las razas de América, De la educación popular, etc.
Sarmiento murió el 11 de septiembre de 1888 pocos años antes, habí­a dejado escrito una especia de testamento político: “sin fortuna que nunca codicié, porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo espero y no deseo mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro paí­s, aseguradas las instituciones y surcado de ví­as férreas el territorio, como cubierto de vapores los rí­os, para que todos participen del festí­n de la vida, del que yo gocé sólo a hurtadillas”.
Quiero hacer extensivo en este homenaje nuestro reconocimiento a los maestros de carne y hueso, que me formaron y nos formaron. Hago votos para que la educación vuelva a ser lo que fue y que construyó la Argentina convirtiéndola en el faro cultural y académico de toda América Latina.

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