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Miércoles 24 de septiembre de 2014 | Publicado en edición impresa
Trauma colectivo
Una indignación que crece en silencio
El
sentimiento de traición ante la complicidad estatal con el delito en el
conurbano produce una herida que desafía la rectitud del orden social y
que debería ser escuchada a tiempo
Elisa tiene 50 años, vive desde pequeña en Ingeniero Budge, zona en la que los homicidios han crecido
aceleradamente en las últimas dos décadas. Hace un año, su hijo de 18
años murió en medio de un tiroteo entre dos pequeñas bandas. Su muerte
no fue reportada en ningún medio de comunicación, como suele suceder
cuando la violencia urbana afecta a quienes están en lo más bajo de la estructura social.
Elisa cuenta: "Todos saben quién lo mató, pero el fiscal necesita
testigos. ¿Quién va a salir de testigo? Todos tienen miedo porque saben
que los policías son cómplices de los transas. Nadie quiere hablar,
nadie quiere denunciarlos. Todo el mundo sabe quién mató a mi hijo, pero
nadie quiere hablar".
La historia -que, con variantes en los
detalles, se repite con inusitada frecuencia en el conurbano bonaerense-
habla de lo que Marcelo Saín denomina "relación perversa" entre
accionar policial y accionar criminal. Los cientistas políticos
encontrarán en historias como ésta evidencia para hablar de la ruptura
en la legitimidad del Estado, de la ausencia del Estado de Derecho. Pero
existe otra dimensión, más profunda, menos obvia, de esta misma
historia, una dimensión experiencial que nos ayuda a entender el trauma
duradero que la violencia ocasiona.En Aquiles en Vietnam, el psiquiatra Jonathan Shay analiza similitudes y diferencias entre las experiencias de los veteranos de la guerra de Vietnam y las de Aquiles en La Ilíada, de Homero. Shay basa su trabajo en los relatos de un grupo de veteranos norteamericanos que sufren severos trastornos de estrés postraumático (en 1994, con la primera edición del libro, cerca de un cuarto de millón de ex combatientes padecían esta condición).
Shay pone el acento en la dimensión moral del trauma ocasionado por la experiencia de guerra y argumenta que en la etiología del trastorno de estrés postraumático crónico, "la traición de lo que es lo correcto", traición que cometen quienes están al mando de los soldados, los depositarios de responsabilidad de mando, de la confianza y seguridad de la tropa, ocupa un lugar central. Para fundamentar este argumento, Shay recurre a La Ilíada. Allí, nos dice, vemos cómo Agamenón, el comandante a cargo de Aquiles, se apodera injustamente del premio de honor que le correspondía a este último. Una furia indignada encoge progresivamente el horizonte moral y social del guerrero hasta que éste termina preocupándose solamente por su pequeño grupo de compañeros. Cuando su amigo Patroclo muere en combate, Aquiles siente que él mismo está muerto, se "vuelve loco" y comete atrocidades contra vivos y muertos. En el origen del padecimiento de Aquiles, está la "traición a lo que es correcto" de su jefe. Al resaltar esta traición -una ruptura en ese universo moral que es el ejército-, Homero nos alerta, según Shay, sobre una serie de experiencias que tanto la psiquiatría como la psicología han pasado por alto.
Aquiles en Vietnam se convirtió rápidamente en un clásico y es hoy una referencia ineludible porque no sólo propone una novedosa clave interpretativa para comprender la naturaleza específica de las experiencias catastróficas de combate y sus duraderos efectos psiquiátricos, sino que también, y de manera más general, otorga una manera de entender y explicar los orígenes, cursos y efectos del trauma tanto individual como colectivo.
El sufrimiento que Elisa expresa no es sólo el de una madre frente a la muerte de su hijo. Elisa, de manera simple y directa, nos habla de otra "traición a lo que es lo correcto". He pasado horas escuchando a madres de víctimas de la violencia. El libro de Shay me ayudó a ver el hilo invisible que aúna a esa multiplicidad de historias. Todas expresan una indignación profunda, sostenida, frente a la perversa complicidad estatal. El sufrimiento frente a la pérdida de un ser querido se ve así agigantado, sus consecuencias multiplicadas en el tejido social, por la sensación de traición.
La herida, el trauma expresado en un llanto muchas veces silencioso, es un desafío, una impugnación a la rectitud del orden social. Quienes por izquierda o por derecha niegan ese sufrimiento (en una secuencia casi pornográfica de argumentos reiterados, de un lado, hablando de una sensación creada por los medios de comunicación, y del otro, ciegos a las experiencias cotidianas de los más desposeídos) harían bien en escuchar a las Elisas del conurbano.
En la Argentina, la discusión pública sobre inseguridad suelen tener como protagonistas a los sectores medios y medio altos. Ellos dominan el discurso sobre la violencia urbana -son quienes más hablan de este tema- porque, supuestamente, serían los que más la sufren. Sin embargo, los que experimentan la victimización con mayor frecuencia son quienes están en lo más bajo del orden social y simbólico; allí, entre los más desposeídos, es donde encontramos la mayor cantidad de homicidios y heridos graves. A ellos, a los habitantes de los márgenes urbanos, no se los suele escuchar hablar públicamente de la inseguridad. Ellos la viven a diario, pero el discurso de la inseguridad pertenece a (es fabricado y manipulado por) otros. Así, la experiencia de la violencia interpersonal (y del miedo a ésta) entre los más pobres se vuelve algo indecible, y el trauma que se vive a diario en los territorios de relegación en los que ellos habitan se torna en una experiencia negada.
Shay comienza su libro diciendo: "Tengo un objetivo específico en hacer esto: promover una actitud pública de preocupación por las condiciones que crean este tipo de lesiones psicológicas, una actitud que apoyará medidas para prevenir tantas lesiones psicológicas como sea posible. Es mi deber como médico hacer mi mejor esfuerzo para sanar, pero tengo un deber aún mayor, el de prevenir".
Sociólogos y antropólogos haríamos bien en emular este esfuerzo intelectual y político escuchando a las Elisas, intentando entenderlas y escribiendo sobre esas experiencias. Visibilizar el trauma colectivo creado por la constante e implacable violencia interpersonal que se vive en los barrios marginalizados del conurbano bonaerense es uno de los retos para quienes entendemos que las ciencias sociales son un servicio público.
El autor es sociólogo, su último libro es La violencia en los márgenes, en coautoría con M. F. Berti.
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