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jueves, 4 de septiembre de 2014

IX/IX Historias propias, historias vivas




Mi profesor de Historia Argentina durante el secundario fue Rodolfo Merediz. Le agradezco que me enseñe historia en base a un estudio propio, más allá de lo que enseñan los textos: es una experiencia que marca. En base a sus exposiciones verbales, aprendí más de las invasiones inglesas, sé cómo era el río a principios del siglo XIX, que los ingleses avanzaron por el camino que es hoy la calle Nicolás Videla, que las escaramuzas criollas los desafiaban desde la plaza principal –la de la Catedral- mientras el grueso de las tropas aguardaban su momento desde el bajo donde está la cervecería Quilmes, y la sede del comando estaba en Bernal, en Santa Coloma.

Rodolfo Merediz era mentado por su severidad. Si habías alcanzado buenas notas durante el año, el último periodo no tenías calificación común: te encomendaba un trabajo especial, una suerte de premio-castigo, pues además de ser un extra, para aprobar la materia estabas jugado a su resultado. Elegí la entrevista de Guayaquil, y me zambullí en el tomo correspondiente editado por la Academia Nacional de Historia. Como logro, durante décadas fui el mejor promedio de historia argentina con Rodolfo Merediz (para conocerlo, aquí enlace a el quilmero).

Psicólogo de profesión, las entrevistas han sido parte fundamental, y a diario, de toda mi vida.

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